lunes, 18 de abril de 2016

Jorge Luis Santos: a ras de la fe

Oswaldo es un niño de seis años que comienza a conversar conmigo mientras su mamá está a su lado viendo las fotografías de Jorge Luis Santos, en la Galería Tresy3, el día que se inaugura la exposición  “Pido, prometo y pago”.

-- Ella es mi mamá. Son sus primeras palabras a manera de presentación. Y entonces yo le pregunto ¿Cuál foto te gusta más?

Allí comenzó nuestra afinidad, porque  él señala la imagen  que a mí también me llamó la atención por sobre las demás. Es una mano cubierta de cera, apretando el  pequeño muñón de vela que queda, aún encendida, derritiéndose en esa piel que soporta la penitencia. Sólo que para Oswaldo las formas viajan más rápido en su imaginación. “Es como si a la mano se le estuviera formando un guante, con la cera de la vela”, y su clara explicación cobró  la importancia de  quien no teme a los hechos que a los adultos sorprenden. Así que tomé sus palabras como ciertas y creí, tanto como él, que esa mano podía ser  la de un superhéroe transmutado, empuñando su fe.

Sólo que en los personajes de Santos lo que predominan son carencias y penas, nada de heroísmos.  

Oswaldo se emociona con la conversación y entonces continúa explicando las fotos que están a ras de su mirada. "Me gusta ésta, porque parece que el hombre estuviera diciendo, ¡estoy ciego, estoy ciego!", y agita sus manos. "Y también esta otra, porque el señor suda y suda…".

-¿ Y estas que están acá no te gustan?

--No, porque están borrosas.

--Esa es una técnica fotográfica, le explico, pero no termino de convencerlo. Días después,  Jorge Luis me habla de esas dos imágenes de los hombres arrastrándose en el suelo. “Ahí hay mucha tensión, yo debo también lanzarme al piso, estar con ellos con la cámara muy cerca de sus cuerpos, y hay otras personas que te rozan, que se tropiezan, no es fácil captar ese momento”.

La espiritualidad siempre ha estado presente en la obra de Jorge Luis Santos. El año pasado, este fotógrafo venezolano recibió el Primer Premio en el festival Paraty em Foco 2015, en Brasil, por una serie de once fotografías fraccionadas que se tituló "Las diosas encarnadas".
En esta foto que abre la exposición de Jorge Luis Santos, la textura
de los pies se mimetiza con la textura del pantalón. Otra de mis preferidas

Las fotografías a blanco y negro que ahora se exhiben en Las Mercedes, fueron tomadas en un lapso de siete años (entre 2009 y 2016) en procesiones del Santo Sepulcro, que se celebra en Villa de Cura (Aragua), Tinaquillo (Cojedes), Chacao (Miranda) y la parroquia de Santa Teresa (Distrito Capital). Pero algunas de estas fotos, no todas, hablan más que de un encuentro entre feligreses.

En una hilera hombres con el torso desnudo, pantalones blancos, y con las manos atadas a la espalda, inclinan su cabeza sobre el pavimento, rodeados de otras personas que los observan.  Allí hay reos que cumplieron condenas, culpables que se han escapado de la justicia, e incluso convictos… Ese día nadie les puede tocar. Ellos están pagando su penitencia, todos saben quiénes son. El fotógrafo debe ganarse la confianza, explicar el propósito de sus fotos.  El respeto siempre abre puertas.

Son muy pocas las localidades en Venezuela donde aún se dan estas manifestaciones con personas que se encuentran al margen de la Ley. La investigación de Santos partió de un evento similar en Brasil. Al ser países vecinos, algo debía de haber en común.  La diferencia es que los penitentes brasileros  incluso se flagelan.  

Estas fotos son a blanco y negro, porque el color habría sido una fuente de distracción. “Lo que me interesa es la forma”, explica Jorge Luis Santos.  El blanco y negro es como un silencio que permite concentrarse en el fervor religioso. No hay una flor ni una orquídea, ni traje de Nazareno  que destaque sobre el sudor, la fruición, el dolor que los penitentes.
  

La exposición, que está dedicada a la memoria de Luis Brito ("mi maestro desde la observación", dice Jorge Luis Santos), contó con la curaduría de Ricardo Jiménez y la museografía de Alberto Asprino. "Antes del montaje yo presenté mi propio guión de las fotografías, pero Alberto dispuso todas las fotos en el piso. Tomó ésta (una mujer arrodillada en plegaria, vestida como monja) y la puso al centro, luego fueron llegando las otras. Respeto su trabajo. Sólo le pedí que el tríptico fuera tal como lo pensé", dice Santos. 

La historia del personaje del tríptico ya ha sido explicada en otros medios. La mujer sólo le dijo estas palabras: "Mi hijo es malo. Tengo muchos años que no lo veo". El perfil en primerísimo plano, las manos en otras proporciones de encuadre, y sus pies descalzos, fueron diferentes tomas a lo largo de esa jornada. No fueron planificadas. Al ver resultado, allí había un todo.

La disposición de las fotos también manejan un lenguaje que minimiza el tiempo y el lugar como hilo conductor, para que la mirada siga quizás el trazo de la cruz, arriba podrían estar las plegarias al cielo; abajo, el cuerpo clama a la tierra. Al final lo que cuenta es la religiosidad.

Los close up bastante cerrados, los pies descalzos a ras de la tierra, los detalles de las manos entrelazadas, se mezclan con los planos abiertos, como es el tumulto de las procesiones. Lo que sí queda claro es que a las personas retratadas poco les importa la presencia del fotógrafo. Están dentro de su fe, si acaso una de las pocas ancianas que mira directo a la cámara, muestra la complicidad, con una leve sonrisa. Y esos ojos solo transmiten la paz que habita en ella.



La exposición estará abierta al público hasta el 15 de mayo. Las 28 obras expuestas están a la venta, y quien las adquiera será mencionado como mecenas en el libro que está produciendo el fotógrafo sobre el mismo tema. El agradecimiento también incluye uno de los 100 ejemplares numerados con sello seco y firmado.


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