sábado, 5 de septiembre de 2015

Una visita al taller de Ángel Hurtado:

"Para lograr la excelencia hay que tener rigor"


Un coup de foudre fue lo que sintió el pintor venezolano Ángel Hurtado, la primera vez que visitó la isla de Margarita. Ese flechazo le hizo quemar las naves en el extranjero, después de 37 años viviendo entre Paris (12 años), Nueva York y Washington. Quien desde la ausencia imaginó los relieves del macizo guayanés, casi que de forma inconsciente, cambió la civilización y la selva de concreto, harto ya de ella, por los colores y contrastes de la naturaleza.

Hurtado, Premio Nacional de Pintura 1961, ya tiene 20 años viviendo frente al mar, con un acantilado que le permite ver todos los azules del horizonte. “En unas vacaciones en esta isla, apenas llegué sabía que quería pasar mis últimos años aquí. Un amigo me dijo que estaban vendiendo una casa y salí corriendo a hablar con el dueño. Sin saber el precio, le dije yo se la compro. Regresé a Washington, vendí mi casa para poder comprar la otra, para el regreso definitivo a mi país”.

En esa casa tiene su taller, donde de vez en cuando acoge a jóvenes artistas y los aconseja. A sus 87 años se mantiene activo, bien elaborando collages para entretenerse, restaurando algunas de sus pinturas, o trabajando en grandes serigrafías de sus tepuyes, con la exigencia que nunca ha perdido para lograr el tono esperado, los colores, la luz, la forma y su ambiente.

Ángel Hurtado en su taller. Foto: Elvira Prieto
“Aquí puedes ver 20 cuadros de Paul Cézanne recortados y puestos en uno solo. Es lo que se llama un collage (un encolado). Esto lo hago como divertimento. También hice este collage con la obra de una pintora rusa del siglo pasado, Tamara Lempicka, que pintaba desnudos femeninos…Si vas a tomar la foto —le sugiere a la fotógrafa—, ponte al centro del cuadro para que no te quede en perspectiva y evita los reflejos, buscando una luz rasante”. A medida que vamos conversando, siempre orienta sobre la mejor vista para la cámara, y no es para menos. Además de su trabajo como artista, fue profesor de pintura, dibujo y fotografía en la Escuela Cristóbal Rojas y de periodismo cinematográfico en la UCV, además de haber dirigido el Departamento de Cine de la Televisora Nacional de Venezuela.

“A mí no me gusta que me llamen artista plástico, porque yo no soy de plástico, yo soy de carne y hueso, me gusta más bien que me llamen artesano visual. Siento el arte como un oficio, una artesanía. Yo pienso que hacer retrato en pintura no tiene sentido hoy día.  Aunque la Gioconda sigue estática, sonriendo, porque en ese época no existía la fotografía”.

Foto: Elvira Prieto
Este es mi método: cuando veo algo que tiene movimiento lo filmo; cuando hay algo que es estático, lo pinto. Por eso es que me gustan tanto los tepuyes. Son paisajes inamovibles que tienen siglos y siglos inmutables. Tampoco trato de hacerlos realistas, porque para eso tomo una cámara y le hago una foto. Lo que he hecho durante estos años es ir a la Gran Sabana, donde me inspiro, grabo los tepuyes en mi memoria, después vengo a mi taller y pinto el recuerdo”.

- ¿Cuál fue su impresión la primera vez que vio un tepuy?

- Vivía en Washington en esa época, y era un pintor abstracto. Y yo me di cuenta, en el año 78 más o menos, que en mi pintura abstracta aparecían unas formas como los tepuyes, unas mesetas, y la gente me decía “parece un tepuy”, pero yo nunca los había visto en su estado natural.

Lo primero que hice cuando llegué a Venezuela fue viajar a la Gran Sabana. Me quedé mudo, asombradísimo, lo que más me impresionó fue el silencio, un silencio audible, ¡que casi se podía “tocar”!  y después de ver  las formas que por siglos y siglos han estado inmutables, me dije, este es el tema ideal para una pintura, pero yo no quiero copiar. Lo que hago es un tepuy subjetivo, uso la forma, uso el ambiente, pero no lo copio. No es un paisaje documental, no es el Autana ni el Roraima, es una forma creada en el estudio.

Uno pinta por imaginación, yo nunca copio, porque para copiar uso el aparatico, porque es insuperable, uno no puede hacer algo mejor que la cámara fotográfica.

- ¿Considera a la fotografía como la mejor manera de expresar el arte?

- En algunos casos, sí. La fotografía es un arte, igual que la pintura. Depende de quién utilice el aparatico, porque hoy en día todo el mundo es fotógrafo. No es lo mismo ser fotógrafo de teléfono celular, que ser fotógrafo de estilo, igual que un pintor. Yo veo una foto de Henri Cartier Bresson y nadie me dice quién es el autor, enseguida sé que es una foto suya. Cada fotógrafo tiene su estilo y se le reconoce enseguida.

- ¿Y considera que la expresión artista más completa es la audiovisual, el cine?

- Yo no hago diferencias. ¿tú haces diferencias entre tus hijos? Para mi yo hago un video, una foto, una pintura y son mis hijos, a los hijos uno los quiere igual.

Ángel Hurtado trabajó en el Museo de Arte de las Américas, de la Organización de Estados Americanos haciendo documentales de arte en América Latina. Parte de ese trabajo se quedó allá, y nos cuenta el artista que se está perdiendo por falta de mantenimiento y conservación de las películas. Muy pocos en Venezuela lo han visto y las veces que eventualmente se han transmitido ha sido por “Vale TV”. Él ha logrado salvar algunos de sus documentales para la difusión y los ha donado a ese canal, por considerarlo el único que educa al televidente. De esos videos destacan Vibrations (sobre Jesús Soto, 1959); La Metamorfosis (basado en el cuento de Kafka, 1964). En ese mismo año fue reconocido con el premio especial del jurado en la XXV Bienal de Venecia por una película sobre José María Cruxent (1963) y, en 1973, recibió dos Premios  “Golden Eagle” por sus documentales sobre Jesús Soto y José Antonio Velázquez (un pintor hondureño).

Recientemente, estaba trabajando en el documental de un joven artista, Yonidel Mendoza, que utiliza mallas metálicas como recurso expresivo, pero él se fue a una exposición en Corea y se quedó. “Estoy esperando a que regrese para terminar el video”. Trabaja en Caracas con un amigo que tiene un taller audiovisual, Isaac Bencid. “Lo estoy entrenando para que continúe mi labor desarrollando documentales sobre arte, porque rara vez se hace eso en Venezuela”, dice Hurtado.

- ¿Hay alguna película que soñó con hacer y no la hizo?

- Tengo guiones ahí que nunca pude hacer y que nunca haré.

- ¿Y cuántos guiones tienes guardados?

- Como cuatro o cinco, tengo uno sobre Reverón, pero Risquez  se me fue adelante. Aunque la película mía sería muy diferente, porque yo haría Reverón, el pintor, y Risquez hizo Reverón, el loco. Lo que él tomó de Reverón fue la locura, su pintura no se ve. No muestra un solo cuadro original de Reverón. Los que ven esa película no pueden entender por qué fue tan famoso como gran artista.

- ¿Y en dónde queda el Reverón de Margot Benacerraf?

- Ah, bueno, eso es muy distinto, el Reverón de Margot es magnífico, porque es el hombre y el artista.

- ¿Y qué va a hacer con sus archivos?

- Allí se quedarán, guardados , quien sabe hasta cuándo.

- ¿No ha pensado en el destino que se le puede dar a su obra?

- Eso nadie lo sabe. Yo no sé, eso depende si mi trabajo es bueno o no.

- ¡Su obra es buena!

- Eso nadie lo sabe. El peor juez es uno mismo, yo no sé si lo que hago es bueno o es malo. En muchas oportunidades he dicho que no pinto más porque lo que hago no me gusta. Sin embargo trato, sigo intentando hacer algo que sirva. Quisiera hacer una obra maestra, pero no la he logrado. El día que la logre no pinto más, para qué si ya la hice, pero eso es algo relativo… y muy subjetivo.
Lo dice quien fue discípulo de Marcos Castillo y Pedro Ángel González, dos artistas a quienes, según él, les debe su formación.

- ¿A qué atribuye que en Venezuela ese trabajo documental no prospere?

- Porque este es un país inculto, el 80% de la gente no tiene educación y el arte es educación. Aquí a la gente lo que le gusta es el fútbol y los cantantes de farándula. La gente es muy superficial. Fíjese los grandes intelectuales que ha dado Venezuela en literatura, empezando por Rómulo Gallegos, José Rafael Pocaterra, Salvador Garmendia, Mariano Picón Salas, ¿dónde están los intelectuales de hoy? Hay muy pocos, casi no se ven.

- ¿Cuál es su película preferida?

Ciudadano Kane es una película que rompió todos los esquemas en la fotografía, guión, los personajes, es una maravilla; también todas las de Chaplin, y de directores más recientes, Igmar Bergman, es el cineasta que le dio madurez al cine. Bergman introdujo la literatura, la filosofía en el cine, es un tipo admirable. Fanny y Alexander, es magnífica.

- ¿Y del cine italiano?

Vittorio De Sica,  fue otro que revolucionó el cine, porque  usó lo que se llamaba el arte povera, sin actores famosos, con un equipo muy restringido. Ladrón de Bicicletas es una joya de película.

- ¿Cuál es la clave que usted considera que se necesita para lograr una buena película?

- Lo primero es hacer un buen guión, porque el guión es lo esencial. Si tú vas a hacer un documental y eres un excelente fotógrafo y la iluminación es maravillosa, y los personajes son excelentes, pero no tiene un buen guión, se cae la película. El guión es el esqueleto. Igual con un cuadro, si no tiene composición, se cae, no se aguanta. Como una casa, si no tiene una estructura sólida, ¡se derrumba! Tú ves películas bien hechas, con un guión pésimo. y no valen nada.

Después, una vez que tienes un buen guión, seguirlo. El cineasta ruso Pudovkin decía que el guión tiene que ser de hierro, inamovible. Tú lo imaginas, el guión está en la cabeza cuando lo escribes,  después tienes que seguirlo, y cambiar algunas cosas que se presenten en el rodaje y que no estaban previstas, pero siempre en función del guión original.

Y finalmente, tener una técnica impecable, manejar la cámara  Y las luces muy bien, con gran rigor. Además, cuando ves por el visor, tienes que componer un cuadro. Cuando yo veo por el visor yo estoy pintando. Tengo que moverme, buscar el mejor ángulo, ubicar la buena iluminación. No es tomar la cámara y filmar  cualquier cosa. Para que ellas queden bien hechas hay que tener rigor. Para buscar la excelencia se necesita  rigor.

                                                  Foto: Elvira Prieto

Variaciones de un encuentro

Conocí la obra de Ángel Hurtado cuando recorría museos y galerías para hacer notas dominicales sobre arte y coleccionismo. Entonces llegó a mis manos uno de sus catálogos, corrían los años 90. Para entonces, yo ya estaba cautivada por la Gran Sabana, territorio que sirvió para elaborar mi tesis de grado en Comunicación Social, que llevó por título “La Gran Sabana, para que perdure y no se olvide”. Cuando vi sus tepuyes inmediatamente me identifiqué con su obra, y posteriormente con su trabajo abstracto, las figuras siderales, otro tema que llamó mi atención desde niña: la astrología, el universo, y su representación.

Siempre pensé que hice un sacrilegio haber recortado aquél catálogo para componer mi propio paisaje de tepuyes con los suyos. Ahora que veo sus collages, su divertimento, me siento cómplice de su obra.

Es llamativo que en los dos collages que exhibe Hurtado en su taller, de Cézanne y Lempicka, destaque la figura humana, puesto que en su trabajo como pintor no existen los personajes. 

Foto: Inger Pedreáñez
No es de extrañar la admiración que Hurtado profesa a Jesús Soto y Armando Reverón. Con ambos sostuvo una sólida amistad. Es Soto quien escribe el prólogo del libro que escribiera Marta de la Vega sobre su vida y obra. En esas páginas, el maestro del cinetismo destaca una afirmación de Hurtado, porque se identifica con él en su búsqueda para expresar el movimiento: “Para mí, el futuro del arte está en el cine”. En su casa, un libro sobre la vida de Soto descansa sobre la mesa, como una de sus lecturas imprescindibles.

Hurtado tuvo el honor de ser dibujado por Reverón, con cenizas de cigarrillos y fósforos quemados. Una foto de ambos en Macuto da testimonio de la cercanía entre estos dos artistas.

En la sala de estar, al lado de una de sus obras, hay un cuadro de Ramón Vásquez Brito. Otro amigo con quien está en deuda, pues le apoyó amigablemente para irse a Paris. Cito el libro de Marta de la Vega cuando refiere que Vásquez Brito cambió un boleto de ida y vuelta en primera clase a Europa que recibió como parte del Premio Nacional de Pintura, por dos tiquetes de tercera en barco, para viajar, en 1954, junto con Ángel Hurtado hasta Tenerife en el “Franca C”, 12 días de navegación. “Por cierto, la alegría del viaje se vio ensombrecida cuando nos enteramos por la radio del barco, durante la travesía, de la muerte de Reverón”…


¿Qué es lo que más me atrae de la obra de Ángel Hurtado? Quizás sea su particular forma de conectarse con la luz. No son los colores, ni la composición geométrica o abstracta, o el tepuy subjetivo o la materia sideral, sino ese punto luminoso que emerge para deslizarse en la extensión del cuadro. Es esa comprensión de la luz dentro de la forma y los tonos lo que vuelve particular su forma de pintar. Es la luz la que destaca los azules sobre los ocres, la que convierte el paisaje en un lenguaje íntimo y que a la vez proyecta la imagen y le da la trascendencia.

¿Y no es acaso la luz el pincel de los fotógrafos? La misma razón vuelve a asomarse como leiv motiv y como punto de encuentro…

Nos recibe la noche en esta visita a la casa de Ángel Hurtado. Una recién llegada luna llena nos obliga a anunciar la despedida. Se ve hermosa, invita a retratarla y él de inmediato nos dice: “Si te paras en este ángulo, tendrás dos lunas, con el reflejo del agua”.

Foto: Elvira Prieto 


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(En el nombre de José María Cruxent, se puede acceder al documental, dirigido por Ángel Hurtado)

1 comentario:

  1. Fantástico reportaje Inger. Me has hecho interesar en este artista talentoso y lúcido que tiene una forma de ver el mundo muy clara y personal, y que dice cosas interesantísimas. También me has hecho interesar en Jesús Soto. He disfrutado cada palabra. Y se me ha revelado la existencia de la Gran Sabana, en la cual no he pensado desde que la estudiaba en el secundario, a mis 15 años. Gracias!

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