Me duelen
las manos. Ciertamente la euforia duele. Pero el alivio pronto se impone en el
eco que proviene de mis recuerdos más recientes. Son las 10:45 de la noche.
Corro por una calle oscura de una ciudad solitaria, que me huye. Yo también le
huyo. En la urgencia que provoca su vacío y desolación la velocidad del carro
busca adelantar mi tiempo a puerto seguro.
En el apuro,
prefiero retrasar a las tres anteriores horas, cuando estuve en otra ciudad: la
que me arrulla y abraza, la que nace repleta e iluminada de las voces y notas
musicales del evento “Las nuevas voces interpretan a Simón Díaz”, que formó
parte del 1° Festival de Música Contemporánea “Caracas en Contratiempo”,
organizado por Guataca Producciones.
Hago el
salto hacia esa melodía y me adentro a revivir cada momento desde el principio:
A las 5:45
de la tarde me encuentro en la Calle
Negrín de Sabana Grande, bautizada por mí como zona Beirut por la cantidad de
gente que deambula sin ningún control, se atraviesa, interrumpe el paso del
semáforo, hábito que permanece aún después de que eliminaran todos los
tarantines que impedían el paso de los peatones por las aceras. Mientras me
encuentro en ese tráfico detenido, comienza a sonar en la radio una versión de Sabana
en remix, de Dr. Muu. La lejanía que me separa de disfrutar del inminete
concierto no me arranca el ánimo ni me despierta ansiedad. Pronto escucharé
otras voces rindiendo honor a la viva herencia que sigue dejando Tío Simón.
Llego
temprano, con el privilegio de entrar entre las primeras al auditorio Fernando
Crespo Suñer, de Ciudad Banesco, con un aforo de 316 butacas. En pocos minutos se
llena. Abren un espacio alterno, para que los asistentes puedan al menos ver un
hecho que será único, a través de sistemas de video. También se copa. Se activa
el plan C, para grata sorpresa de los organizadores, Aquiles Báez y Ernesto
Rangel, y aún así, hay gente que se quedó fuera.
Trato de
analizar qué hace a Simón Díaz tan nuestro. Y me identifico con Bettsimar, su
hija, cuando cuenta del desengaño que manifestaba su padre, al asomarse a las
ventanas londinenses y no ver sol. “Esta gente vive aquí, porque no conoce
Venezuela”…decía. Y recordar con humor como prefería una gira por los llanos
venezolanos, en lugar de presentarse en el Carnegie Hall (carne y frijol)
aunque se cayera a aplausos la sala, porque
“aqui toiticos si cantan mis canciones”.
Puede que
mi memoria me falle, pero creo que el primer tema en abrir el concierto fue
Tonada de Luna Llena, en la voz de Rafael Pino, y con una majestuosa trompeta de
Linda Briceño. Una vez escuché que Simón Díaz se dedicó a difundir las tonadas, alimentado por un deseo de estimular el campo venezolano frente a la caída de la producción de leche en los años 60 y 70.
Simón Díaz
no sólo compuso y cantó canciones, educó en sus programas de televisión, propició la
difusión de la música venezolana y le puso sonido a los textos de poetas
venezolanos como Alberto Arvelo Torrealba, Aquiles Nazoa (El loco Juan carabina, por ejemplo),
Graterolacho (Tonadas de las espigas), entre otros.
Rafael Pino
(con una impactante voz para entonar Pasaje del Olvido), Amanda Querales (Todo este campo es mío), Nana
Cadavieco (Cristal y El Alcaraván), Gustavo Briceño (El loco Juan Carabina), Mariaca
Semprún (hermosa versión de Mi Querencia y Tonada del Cabestrero, por cierto, esta última la primera tonada que compuso Simón Díaz) , y Linda
Briceño, quien se entrega totalmente en sus pulmones al público, entre trompeta
y voz cuando canta la Tonada del tormento: “esas ranitas del río, corren debajo del agua, debajo de mis
pesares, corren las penas de mi alma…”, e igualmente con Qué vale más, en un arreglo único de guitarra y percusión con cajón. El giro
de la noche, la intervención de McKlopedia –nuevamente Sabana en versión de
rap, pidiendo permiso a los músicos para mostrar su canto renovado sobre un
tema eterno. Cabe mencionar que también
improvisó Bettsimar recordando una canción infantil que su papá le cantaba de
niña, El gatito juguetón, compuesta para un personaje de televisión de Charles
Barry, que como nunca se grabó nadie le creía a ella que era un tema de nuestro
Tío Simón.
Los
arreglos de Gustavo Carusí demuestran que siempre es posible romper los
patrones establecidos de la música, y que aquellas canciones que le han
acompañado a uno a lo largo de su vida, pueden resultar frescas y recientes
como un retoño que se abre a nuestros oídos. Supe por comentarios de algunos
cantantes que hubo arreglos musicales que apenas se tardó dos días en componer.
¿en qué nota vas a cantar? Eso era todo. Allí estaba la partitura. Los otros
músicos que permitieron que estas voces brillaran al máximo fueron Edward Ramírez,
en el cuatro, Juan Berbín, en la percusión y Jorge Torres, en la mandolina.
La familia
de Simón Díaz, ya en la informalidad de la despedida intervino con sus propias
versiones de La vaca mariposa (con un natural sonido de viento producido por
las manos de su hijo) y la voz de todos los asistentes a este homenaje cantando
Caballo viejo.
Cuando veo
a tantos músicos jóvenes, acompañados de otros músicos consagrados tocando
juntos, haciendo un país distinto, no puedo dejar de sentirme parte de ellos,
aunque esté del lado de las butacas, arrancando los aplausos que me hacen doler
las manos, y que siguen palpitando en la noche cuando huyo en esa sabana oscura
y tenebrosa de mi ciudad, pensando en Tío Simón y diciéndole desde mi emoción “aquí
me quedo contigo, aunque te vayas muy lejos”.
Escuche a Linda Briceño, Qué vale más
Leerte es casi como haber estado allí. Llegan las notas de las melodías, las voces y los instrumentos que acompañaron las canciones de Simón.
ResponderEliminarQue bien tocas las teclas con las que escribes, que bien cantas lo que expresas en tus palabras.
Este homenaje a Simón, que no pude presenciar lo he oido y sentido totalmente, gracias a ti Inger.
Un abrazo!
Alí
Muchas gracias, Ali. Valoro mucho tus palabras. Abrazos.
EliminarExcelente.......................saludos R.P.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminar