viernes, 19 de octubre de 2018

El desgarre de la incertidumbre


Quedan dos días para que clausure la exposición "...", del fotógrafo Juan Toro en la Galería Tresy3 en Las Mercedes. Aunque esta nota va a narrar lo que ocurrió el día de la inauguración:

La exposición apenas abría en este momento (fotos Elvira Prieto)
Abren la puerta. El acceso se hace por grupos pequeños. Tuve el privilegio de ser una de las primeras en entrar. Lo que está a la vista no es más importante que lo que está oculto en la paredes.  Una palabra: ceguera. Pensaba que así se llamaba.  Su verdadero nombre, ya está dicho en la primera línea. Es el silencio la voz de la incertidumbre, es la pausa el verdadero golpe al estómago.
Quien conoce la obra de Juan Toro sabe muy bien por dónde va su discurso. Pero esta experiencia es nueva y aturde. Son sus fotos forradas en negro. Negro plastificado, como bolsas de basura, negro como el manto que oculta la muerte en la morgue. No es una muestra fotográfica,  es una representación artística basada en la fotografía. 

Lo apenas visible son desenlaces de hechos violentos, el dolor de los deudos, la cicatriz post autopsia. Son 10 años transitando el mundo de la violencia. Las grietas, las aberturas del envoltorio, suponen que el espectador trate de correr el velo, apenas un poco más, para entender lo que está oculto. "Fue una decisión compleja mostrar a través del ocultamiento", comenta Juan.

Pero la exposición adquirió un inesperado formato de performance.

Sabía el fotógrafo que su discurso generaba más preguntas que respuestas. Y la incertidumbre actúa con el efecto espejo de lo que está escondido. Alguien prefiere no limitarse a correr los pliegues abiertos, sino que rasga un poco más. Como una reacción en cadena, aparecen otros voluntarios ya no para abrir sino romper el plástico y develar  lo oculto.

“Es curioso que la gente mientras más le escondas lo que no quiere ver, más insista en querer mirarlo”, comenta Juan Toro, observador pasivo y silente del comportamiento del público, en esa noche de inauguración. Aunque no impidió la respuesta del público, había asombro en la situación.

Julio Seijas, asistente de la Galería y  a quien le correspondió el esfuerzo de desmontar dos veces las piezas -y tres en reubicar- para lograr la visión adecuada, comenta que él se sintió irrespetado, violentado en su trabajo por un público que además conoce bien, pero que era otro ante la negritud de las imágenes. En lo particular, tuve la evocación del final de la novela del escritor alemán Patrick Süskind, El Perfume. Cuando la gente es atraída por la fragancia de las mujeres asesinadas.

Hacer este trabajo era un riesgo. Sabía el autor que estaba abriendo una puerta diferente sobre la forma de mirar la violencia. "Cuando la violencia es atacada frontalmente, genera más violencia". También escuchó alguna vez que la violencia hay que organizarla para poder entenderla. "Había que mirar desde otra perspectiva y el manto negro las descontextualiza, las fragmenta y las vuelve a reconstruir".

Una joven de 17 años que asiste a una charla posterior, semanas después, explica sus razones para romper, justamente, una de las obras que había permanecido intacta. "Creo que vivo en un país donde nos censuran absolutamente todo. Uno no tiene el poder de quitar la censura que ponen los medios, las redes sociales, pero llegar a ese punto donde el artista censura (a mi me molestó, acota una compañera)... No, el artista te da el poder para que tu apartes la censura y veas hasta donde puedas, hasta donde aguantas tanta violencia, tanta información. En aquél momento sentí la necesidad de ver más y no me gusta que me censuren, no me gusta que las personas me digan hasta dónde tengo que llegar".

Curiosamente, fue la  primera vez que el público permanece en sala, durante una muestra de Juan Toro. La curiosidad los convierte en parte del desgarramiento.

Al final, no queda otra que coser la nueva cicatriz en las obras. Tratar de poner las piezas en su ocultamiento original, con tirros negros. La exposición ya no es la misma, aunque se trate de volver a la ceguera inicial, la denuncia de la estadística que nadie sabe reconocer, el número que es incertidumbre, el hecho que no tiene descripción.

Este domingo clausura la muestra. Estará abierta de 11 de la mañana a 4 de la tarde. ¿Mirará el público el hecho artístico con las manos cruzadas a sus espaldas? 

El texto de sala, a la medida (fotos de Elvira Prieto).

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