sábado, 27 de febrero de 2016

Un sábado especial en tres tiempos

El tiempo es una demostración de la existencia del arte. Va dibujando realidades que algunas veces sorprenden como la de este sábado de agenda cultural. El tiempo es generoso si te lo propones sin prisas, a su medida. A las 11:00 de la mañana es la cita. El pintor Jacobo Borges; su hija, la soprano Ximena Borges, y la directora de la Camerata de Caracas, Isabel Palacios, se encuentran en la Galería Freites, donde se exhibe una retrospectiva del Premio Nacional de Pintura 1963 y Premio Armando Reverón en su primera edición (1983).
Jacobo Borges, Isabel Palacios, en foto:Andrés Rojas Jiménez

Al llegar, ya la sala está repleta. Hay mucha gente de pie. Voy sorteando las sillas, buscando un espacio donde no estorbe. Me siento en el piso. Ximena hace señas para que nos ubiquemos delante de la primera fila. Así lo hago, sin tapar la vista de los que están sentados. Ya están por comenzar.

La primera imagen que se proyecta es un artículo de opinión que sintetiza la razón de esta convocatoria. La Camerata de Caracas le canta a Borges y Borges pinta a la Camerata… Una serie de fotografías registra los encuentros. Entre ellas, aparece Ximena con apenas un año y ocho meses de nacida.

Casi treinta años después, volvemos a ser testigos de un momento, eterno e inmortalizado en la obra de Borges, tanto como en la voz de Ximena, que recurre a nuevas tendencias electroacústicas para acompañar las imágenes del pasado.  

En la década de los 80, Jacobo Borges comienza a realizar sus primeros bocetos de músicos ejecutando sus instrumentos. La modelo ideal para ello, era su amiga Isabel Palacios. Estas sesiones realmente parecían casuales, entre la tertulia con su esposo, el escritor y dramaturgo José Ignacio Cabrujas. Un día, Isabel Palacios le comenta a Borges, que la Camerata de Caracas se había quedado sin sede para ensayar. Jacobo Borges ofrece su casa, su estudio. Cuenta Isabel Palacios, que en el primer ensayo, Borges sólo tenía unas hojas para hacer bocetos, y a medida que pasaban los días, el pliego se hacía cada vez más grande, hasta llegar al lienzo de gran formato.

Foto de cortesía, difundida en notas de prensa.
Si observamos el cuadro que está en la Galería Freites, abría que decir que Jacobo Borges dibujó el tiempo, porque ése es el lápiz con el que los músicos escriben su ritmo. Hay un concierto en ese lienzo, cuando se ve el movimiento en manos que no son estáticas, sino que se desdoblan en capas, tal como los observaba en sus horas de ensayo, que podían durar días enteros.

“Los músicos interrumpían el ensayo para ver cómo estaba quedando la obra. A veces la flauta comenzaba a la derecha del lienzo, y luego aparecía en la izquierda, porque estábamos en constante movimiento”, dice Palacios. El performance de Ximena, es además un homenaje a su bautizo musical. Encontró su don rodeada de esos artistas. Y mientras tanto, en esta sala del futuro, que para nosotros es el presente, van pasando las imágenes de esos días, mezcladas con los cuadros y bocetos, al ritmo de su voz. “Entre el intérprete y la creación hay un bache que nos lo llenó Jacobo Borges”, dice Isabel Palacios.

Ximena, Isabel y Jacobo hablan de esos días en la Galería Freites. Los llamo por su nombre, porque el momento fue tan familiar que me sentí como alguien más de esa casa. Y así es. Porque es la casa creativa de un país que no descansa en su identidad artística. Los próximos sábados seguirán los conversatorios con Jacobo Borges. Vale la pena escucharlo.

Fue una maravillosa oportunidad para sentirse parte de una historia cultural del país. Me sentía viajar en el tiempo y haber estado en esos espacios. Me sentí conmovida totalmente con el amor de estos artistas, con el matrimonio de la pintura y la música, y ese fruto que perdura en nuevas propuestas contemporáneas.

Segundo tiempo: Alejandro Cegarra

Foto del catálogo de la Galería Tresy3
La Galería Tresy3 inauguró el pasado jueves la exposición de Alejandro Cegarra, Nuestra guerra invisible. Son imágenes de la Venezuela de 2015, que refleja una cotidianidad de país envuelta en la violencia que se plasma en el estallido de ventanas, agujeros de bala, niños nocturnos que velan sobre una ciudad insospechada. Las fuerzas del orden, en un desfile o en las calles, contradiciendo la paz que dice reinar en esas calles.

Pude apreciar la exposición a solas, en el silencio de las imágenes a blanco y negro. La mirada de una madre que clama justicia, la bandera nacional capturada entre las concertinas. Es otro momento de país, otra mirada.

Tercer tiempo: Joaquin Cortés

Esta vez sí llego ligeramente tarde. La proyección de la película de Joaquín Cortés, El domador y otros parajes, ya está comenzada. El Alto Apure es el escenario de una secuencia de imágenes donde se refleja la supervivencia del hombre: el sacrificio de una res, la caza de chigüires, la captura de dos garzas que serán la base de un sancocho, son parte de la rutina, que seguramente ya ha cambiado en estos días. El documental es crudo como la vida del llanero, de los indígenas de Elorza que subsisten de la naturaleza. En el documental también se ve el fallecimiento de una niña, que yace en un chinchorro, pero también se ve a ese domador que se admira de las perfectas tallas en madera de esos mismos animales que caza.

Foto de promoción de la exposición en la Sala TAC
Joaquin Cortés conversa en el marco de su exposición fotográfica  “El tempo de la imagen”, en la Sala TAC, en Trasnocho Cultural, que estará abierta al público hasta el 13 de marzo. Aquí también la sala está llena, aunque algunos espectadores no resisten las secuencias de los animales y se retiran (debo confesar que yo también me estremecí con ciertas escenas como la mutilación de la oreja de un ternero, para marcarlo, por no citar otras, pero esa es la realidad de esos poblados).


En su coloquio, Joaquín Cortés reitera que no hay paralelismos entre el cine y la fotografía. Mientras en una película hay una secuencia que narra una historia, dice, en la fotografía lo importante es detener el tiempo. “Una imagen fotográfica se te puede quedar grabada en la memoria toda la vida, en la película hay una sensación, una atmósfera, pero no puedes recordarla como una fotografía. He hecho películas que tienen el mismo tema de mis fotografías, como los mineros del diamante, por ejemplo. Pero en la fotografía es una realidad modificada, yo intervine en ese momento para tratar de que la fotografía fuera más allá de lo que realmente vemos. Aunque es diferente cuando se trata de una fotografía documental, entonces allí lo importante es preservar el pasado”. La sala TAC también invita a seguir la programación con otro ciclo de charlas en el marco de esta exposición. 

Tres tiempos de un sábado que transité en esta Venezuela que corre a prisa por otras circunstancias. Había que cambiar el ritmo y seguir los pasos de un día diferente y que por eso, en gratitud, se hace eterno.


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