lunes, 20 de julio de 2015

Las fotos tienen su propio espíritu


Cortesía Galería Tres y 3
Una sala dividida por una red blanca, unas fotos conectadas por un hilo rojo, un marco que te muestra el vacío, el todo, el infinito y la incógnita a la vez. El detalle de cada imagen, la ubicación, la ruptura entre lo que es, y lo que no es, o lo que puede ser. La contradicción como un proceso pensado de manera racional. La intimidad como partícula original de algo cuyo lenguaje está atado a las percepciones y subconsciente del que observa.  Aunque no hay una sola respuesta, no hay una explicación que se alce con la verdad. Eso es lo que confluye en la exposición fotográfica One and One is One, de María Teresa Hamon, en la Galería Tres y 3.

-Evidentemente hay millones de lecturas, puedes ver que se está enmarcando la nada y mientras allí es la nada, acá es el todo. El hilo funciona como el tejido y es una especie de traducción del lenguaje bidimensional de la fotografía al espacio.  Es una escala para el espectador, comenta la fotógrafa.

Viene con una formación como ingeniero civil y una maestría en diseño de interiores, y desde sus estudios universitarios comenzó a explorar la fotografía, bien en cursos, de manera autodidacta con tutoriales de internet e incluso formando parte de la escuela de Roberto Mata y Avecofa. Quizás por eso, las fotos son más que una imagen bidimensional ubicada en la pared, y se abren a una lectura tan amplia como la de un caleidoscopio que se avalanza sobre el espacio.

- Hay contrastes en toda  la exposición. Están presentes los opuestos, que vistos en macro, son los opuestos de la búsqueda constante de la explicación, de establecer procesos racionales frente a la obra, y los procesos intuitivos que emergen cuando desaparecen las necesidades racionales. Son opuestos, intuición-razón, entender-sentir que están presentes en las imágenes y se trasladan al espacio… Yo me paro frente a esta fotografía y uno trata de entender ¿qué es eso?... Es como una desesperación y luego cuando lo dejas ir, te permites otros niveles de lectura que a lo mejor no están en tu mente y permites abrir puertas para otros niveles  de conexión con la obra en general.

-¿Tratas de generar una sensación en el espectador?

                                                                Fotos: Elvira Prieto
   "Tomar una fotografía es un proceso racional".
- Creo que en ningún momento es  más una cosa que la otra, sino entrar en un constante diálogo entre ambos polos, y en ese diálogo las infinitas posibilidades que se abren dentro del espacio. Cuando hablamos de racionalidad, realmente está en todos los niveles:  a la hora de hacer una foto yo siempre apelo a un proceso sensitivo, intuitivo,  pero detrás de eso hay un proceso racional grueso. Tomar una fotografía es un proceso racional, afirma María Teresa, quien más adelante agrega: “Cuando uno trata de concebir la imagen, de crear una fotografía, no hay una expectativa, no estás buscando crear algo en alguien más. En mi caso, es un proceso bastante introspectivo, no existe la pretensión de generar algo en alguien.

Para ver toda la exposición, hay que entrar por puertas diferentes, la sala está dividida, más no por eso está aislada, por el contrario, se establecen las conexiones con el espacio y a la vez con el mundo interior. Desde mi interpretación hay un maridaje entre lo abstracto y lo figurativo, nuevamente una forma de ver los opuestos. Pero, ¿qué es lo que predomina?

- Cuando hablamos de figurativo, claro, hay fotografías en las que las formas son más evidentes; sin embargo, hay un nivel de abstracción de esas imágenes desde el punto de vista de su descontextualización. De repente ver un grupo de figurines que parecen niños,  pero que también parecen objetos pequeños de una maqueta de arquitectura, en una masa blanca, ¿qué es eso?  ¿es arena? ¿es una salina, es nieve?, ¿son verdaderamente niños?… ¿Sabes? Y eso es lo que está presente en el trabajo.

- Y el espectador puede pensar que lograste atrapar la imagen en el momento decisivo…

                                                                 Foto: Elvira Prieto
- Esa idea de que la fotografía es capturar un instante, el momento decisivo, es algo que vale la pena pensarse un poquito mejor, porque son muchas las variables que aparecen al momento de preguntarse qué tan decisivo es. Es un momento racional y planificado, desde el momento que decides salir con la cámara en la mano, a donde sea que vayas, ya estás siguiendo una serie de pautas que son colocadas por tu ser racional, no por aquel que solamente se permite sentir o percibir, entonces, sí, de nuevo es un conflicto. Cuando estoy buscando la foto, estoy en un proceso de exploración, tratando de entender yo misma lo que está ocurriendo frente a mis ojos.

- ¿Y qué te dice la imagen?

Cada una tiene un contenido único, especial, quizás esa búsqueda de lo onírico en todo lo que nos rodea. Pero en este trabajo en específico, es esa necesidad de encontrar algo que sensibilice.

- Por lo intuitivo de la serie, el carácter íntimo de cada imagen, he escuchado –como un cumplido- que tu exposición es muy femenina. ¿Qué piensas de clasificar una obra por el género? ¿Consideras que hay diferencias en la obra de un fotógrafo al de una fotógrafa?

- Estaríamos entrando en el terreno de la diferenciación del hombre de la mujer. No sólo en la fotografía sino en otra profesión. Yo creo que si existe una diferencia biológica entre hombres y mujeres pero que no necesariamente implica que el trabajo de uno y de otro individuo sea distinto única y meramente por ser hombre o mujer. Existen hombres con visiones del mundo muy femeninas y existen mujeres con visiones masculinas, nada de eso nos define como individuos porque somos más complejos que eso. 

Esta es la primera exposición de María Teresa Hamon, que contó con la mediación curatorial de Melina Fernández Temes y Salvatore Elefante, en colaboración con PHEED (organismo autónomo que opera internacionalmente con el fin de promover la fotografía a través de propuestas educativas, comisariado de exposiciones, conferencias, entre otros). 

Este jueves 23 de julio, a las 7:00 pm habrá un encuentro con la fotógrafa en la Galería Tres y 3 para conversar sobre su exposición. La dirección: Calle California. Residencias Sonora. PB. Las Mercedes. La exposición estará abierta hasta el 30 de agosto de 2015.

Fotos: Elvira Prieto

viernes, 3 de julio de 2015

Un sur explorando a otro sur


Todo fue una sorpresa ese día 30 de junio. La primera, leer pasadas las cinco de la tarde que dos horas después estarían en concierto la banda Street Beat Brass Band de Nueva York, en la Librería Lugar Común. Tenía el tiempo justo para llegar desde el centro de Caracas hasta Altamira.

Me senté en el piso apenas entrar, sorteando un público que no era muy numeroso pero no pensaba estar de pie. La banda conformada por Jeff Fairbanks (trombón, líder/arreglista), Michael Webster (saxofón alto), Jason Wiseman (trompeta), James Rogers (Sousaphone), Vin Scialla (percusión) ya estaba en la esquina donde suelen acomodarse los niños a leer. No creo que pasaron ni cinco minutos cuando comenzaron a tocar.

Foto Carlos Ancheta/ cortesía de Librería Lugar Común.
El dixieland jazz es la música que caracteriza a esta banda, que se apropia de los temas latinos para darle un sello particular a su estilo, un calipso, canciones mexicanas (charros jazzísticos inspirados en la tambora de Sinaloa) fueron incluidos en el repertorio. Si los instrumentos de metal y la improvisación son las cualidades de este particular estilo de tocar jazz (originado en el Delta de Misisipi), la mezcla con una latitud más lejana pero tan similar en la coordenada sur le abre más opciones para la apreciación musical en otras culturas. Hablan de querer incorporar piezas venezolanas, las cuales han conocido más a fondo en esta breve gira por Latinoamérica, y donde nuestro país fue el cierre antes de volver a su hogar. También agradecen con gran humildad la presencia del público en la Librería a sabiendas de que los venezolanos son grandes fanáticos del fútbol y no se pierden ninguna transmisión de competencia alguna en esta Copa América 2015.

Aun cuando refieren su raíz de la música de Nueva Orleans, cada canción es una demostración de que los sonidos tienen la habilidad de amalgamar culturas a través de los tonos y los ritmos que salen de sus instrumentos de metal.

Cuando fueron invitados por la Embajada de los Estados Unidos, se anunciaron dos únicas presentaciones en Chacao y Los Teques (el pasado 26 y 27 de junio), afortunadamente abrieron esta tercera oportunidad (la cuarta era para un evento privado, les escuché decir, cuando una persona del público quería saber si los podría escuchar nuevamente).

Foto Carlos Ancheta/ cortesía de Librería Lugar Común.
Señala la reseña de la embajada americana que el director de la orquesta Jeff Fairbanks es considerado un excepcional trombonista y artista multifacético que brilla en los escenarios newyorkinos. Ganador del Independent Music Award, 2012; National Awards del ASCAP; BMI; Aaron Copland FundNewMusicUSA, entre otros. 

La noche fue breve, ellos inicialmente complacieron una petición del público y dijeron que si había alguna solicitud adicional y ellos conocían el tema podrían tocarlo. Yo tenía en mi mente We Shall Overcome…quería pedirla, pero ante tanta alegría y sabor, pensé que quizás ésa canción no coincidía con el espíritu del momento.

Algo curioso me pasó mientras escuchaba las interpretaciones, los estantes de libros también me hablaban de la música. Por ejemplo, a mano izquierda, recibiendo la gruesa exhalación del trombón estaba un libro rosado (A Fairbanks le gusta vestir color púrpura) con el nombre Orquidea. ¿Una flor, obviamente? no...En Venezuela también se llama orquidea a ese ritmo que se hace con las palmas de las manos a cinco golpes (como los pétalos) plam,  pam,  pam...  pam,pam. Y que los músicos invitaban a repetir. Sobre sus cabezas una serie de cuentos infantiles resaltaba con un título en el medio, "Olivia y su banda"...

La segunda sorpresa de la noche fue el obsequio de un CD con una selección de sus composiciones, cortesía de los organizadores. En este país de carencias, saber que escuchaba a músicos de escenarios internacionales de manera gratuita y además, llevarme un poster firmado y su disco compacto me permitió ratificar que en pequeñas cosas se puede encontrar grandes satisfacciones. Veo que entre sus temas está When de Saints go marching in, que no estuvo en el repertorio y que yo con todo gusto habría cantado un coro. Y con el mismo aliento de sus metales yo me fui cantando por la calle la melodía faltante.

Postdata: Fue muy gracioso que  Jeff Fairbanks me tendiera su mano para ayudarme a levantar del suelo. Fue como si telepáticamente me hubiera escuchado decir ¿Y ahora cómo me pongo de pie? Fue todo un caballero. Se lo agradezco. Esa fue la tercera.