domingo, 23 de noviembre de 2014

Tres estilos de autorretratos en Photopirata

Durante la celebración de un taller de fotografía en la Organización Nelson Garrido, en el año 2007, Alberto García-Alix sufrió un accidente. Una lámpara se cayó, golpeándole la cabeza. Profesores y alumnos con cierta angustia trataban de auxiliarle mientras la sangre le brotaba por el rostro. Él llamó al orden: “Primero tomen la foto”. Al parecer, según me contaron, quien le asistió en ese autorretrato fue Andreína Mujica.

El  nexo de García-Alix con la ONG se ha mantenido vivo desde esos años. Por eso, el fotógrafo le envió recientemente a Gala Garrido, directora de este espacio contracultural, un correo electrónico en el cual manifiesta sus plácemes por ser uno de los artistas que integran la exposición Photopirata, junto con Francesca Woodman y Pierre Molinier, que se inauguró el 15 de noviembre en las salas de la quinta Carmencita, en Los Rosales, y que se podrá visitar hasta el 13 de diciembre. "Piratéame cuando quieras, para mí es un honor”, dijo, palabras más, palabras menos.

García-Alix es el único que puede opinar sobre esta nueva incursión rebelde de Gala Garrido. Woodman y Molinier no pueden hablar desde sus tumbas, pero sí dicen mucho de su estilo a través de las imágenes seleccionadas, en el que la irreverencia, una erótica sin límites e incluso la sordidez, reta la realidad y convierte la psique en objeto imaginado.

Definido como un espacio para los que no tienen espacio, la Organización Nelson Garrido surge de la necesidad de compartir conocimientos, experiencias, ideas sobre el proceso creativo, y en ese espectro, la fotografía es uno de sus pilares fundamentales. En sus talleres combinan la práctica con la teoría, y desde esta última, afinan el ojo y el conocimiento de sus alumnos con la trayectoria de grandes fotógrafos. De allí que una trilogía de autores expuestos arbitrariamente en esta muestra Photopirata, que amenaza con ser la primera de muchas otras, viene a complementar la enseñanza y la discusión sobre el proceso fotográfico. La selección es de autores radicales que rompen a través de la imagen, y del autorretrato, con las normas establecidas.

Pierre Molinier (1900-1976), comenzó estudiando pintura con la natural evolución del realismo y del impresionismo a la abstracción. La cima de su obra se identificó con el surrealismo. En los años 40 se inició como retratista y  en 1955 entró en contacto con el líder surrealista André Breton, quien lo apoyó para exponer su obra en París. Sus autorretratos eran un elaborado montaje que para la época de la era analógica ya se consideraba una vanguardia al mezclar diferentes imágenes y posiciones de su propio cuerpo. Con la ayuda de un interruptor se presentaba como dominatrix, en escenas con cuerpos de múltiples extremidades, algunas veces apoyado por muñecas o modelos femeninas, además de la presencia de objetos fálicos, vestuarios “fetiche” de medias, corsé, ligueros, máscaras, con los que definía el propósito de su arte como: "mi propia estimulación". Los desnudos de Molinier, trasvesti o andrógino, lo ubican como precursor del body art, pero a pesar de los años transcurridos y la evolución de la imagen, no puede evadir el margen que cruza entre la erótica y lo pornográfico.  El artista abogó por cruzar las barreras entre lo masculino y lo femenino, la ambigüedad y el mestizaje de los sexos. Su obra fue inspiración para otros grandes fotógrafos como Robert Mapplethorpe y Cindy Sherman. Molinier se suicidió con un arma de fuego a los 76 años, cumpliendo quizás la sentencia que ideó veinte años antes cuando se fotografió acostado en una cruz con el siguiente epitafio: Aquí yace Pierre Molinier, nacido el 13 de Abril de 1900, muerto hacia 1950. Fue un hombre sin moralidad. Inútil llorar por él.

Francesca Woodman (1958-1981) se convirtió en un mito de la fotografía del siglo XX, cuando sus padres, los artistas plásticos George y Betty Woodman, dieron a conocer un legado de 800 imágenes, años después de que ella se suicidara, lanzándose al vacío en Manhattan. Su primer autorretrato lo realizó a los 13 años con una cámara instantánea. El estilo de su obra poco tiene que ver con el de Molinier, aunque guarda similitud – también con Alberto García-Alix – al recurrir a su propio cuerpo y forma de vida como expresión del arte. Su obra también está cargada de surrealismo, interpretando la identidad diluida, la desolación y un sentido fantasmal. La figura humana se mimetiza con el objeto, se quiebra ante la fuerza de las líneas del entorno. La melancolía se reinterpreta desde el
enfoque de una mirada  hasta el detalle del espejo que oculta. La obra de Woodman fue una constante experimentación, curiosamente, en el año que falleció Molinier se realizó su primera exposición fotográfica (1976), cuando tenía 18 años. La mayoría de su producción fotográfica fue el resultado de experimentar con luz, tiempo de exposición, combinar espacios vacíos y derruidos con su antipresencia, fundirse en la naturaleza. Fueron los ejercicios que concentraban sus estudios en Rhode Island School of Design, en Providence, y también en el Palazzo Cenci, en Roma, donde fue aceptada en el Programa de Honores que le permitió vivir por un año en esas instalaciones. Creció rodeada de artistas e intelectuales, diseñó libros con sus fotografías y uno de ellos se publicó en 1981: Algunas geometrías interiores desordenadas. El surrealismo de Woodman está cargado de sensualidad y misterio. Diez años bastaron para eternizar su nombre en blanco y negro, a través de imágenes que amenazaban con la ausencia. "Mi vida en este punto es como un sedimento muy viejo en una taza de café y preferiría morir joven dejando varias realizaciones, en vez de ir borrando atropelladamente todas estas cosas delicadas…", escribió en estado de depresión. No llegó a cumplir los 23 años.


Alberto García-Alix (1956-)  Premio Nacional de Fotografía (España, 1999) es de los tres fotógrafos expuestos, el único con tres originales que cuelgan en las paredes de la ONG, uno de ellos es un retrato a Nelson Garrido. Otro dato curioso, en 1981, mismo año del suicidio de Francesca Woodman, García-Alix exponía por primera vez su obra, en la galería Buades, de Madrid. Se trató de una selección de fotos realizadas entre 1976 y 1981, que llevó a la galería el poeta y crítico de arte Francisco Rivas (1953-2008), con quien comenzaba a trabajar en El País Semanal. Las drogas, los tatuajes (una rosa con la leyenda "Don' t follow me. I'm lost" fue su primer tatuaje), los trajes de cuero, las motos Harley Davidson, la calle, las noches irreverentes, son una constante en su trabajo porque refleja su propia experiencia de vida, como un protagonista de la Movida madrileña, en los años setenta y ochenta. También tiene una experiencia como editor: la primera en el año 1977, Cascorro Factory, para la edición y venta de prensa marginal, además de piratear comics americanos; en 1989 funda el colectivo y la revista El Canto de la Tripulación y en 2011 funda junto a Frederique Bangerter la editorial Cabeza de Chorlito. Se mantiene fiel al blanco y negro y al uso de la fotografía analógica porque considera que la fotografía digital le roba la fe y falsifica las emociones. En su página web escribe el fotógrafo: “El alma de la fotografía es el encuentro/…Si ayer fotografiaba silencios, hoy fotografío mi propia voz/… Hoy tengo la conciencia de que una forma de ver es una forma de ser/…La fotografía es un poderoso médium./ Nos lleva al otro lado de la vida./ Y allí, atrapados en su mundo de luces y sombras/, siendo sólo presencia, también vivimos./  Inmutables. Sin penas. Redimidos nuestros pecados./ Por fin domesticados… Congelados./ Al otro lado de la vida de donde no se vuelve”. 

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