martes, 12 de febrero de 2013

Adiós, Julio, adiós

Hoy 12 de febrero, cuando se cumplen 29 años del fallecimiento de Julio Cortázar, me queda recordar una anécdota casi surrealista. En septiembre pasado, mi hija cumplió 15 años, y por esa razón, en lugar de hacer una fiesta, nos fuimos de viaje. Para entonces, estaba leyendo la biografía de Cortázar de Manuel Herráez, y la noche en la víspera de partir, soñé con Aurora Bernárdez (su primera esposa) y con Jean-Paul Sartre. Era un sueño extraño de un banquete al que llegaba tarde y los demás comensales se repartieron mis platos. Yo estaba molesta, y voy hacia el mesonero que es un chino  y le digo que me cambie de mesa y que me lleve mi cena a un lugar que está vacío. El me dice que sólo queda el segundo plato, que es parrilla argentina. Me siento a comer y se acerca Aurora a conversar conmigo. Sé que es ella, porque me habla de sus traducciones en la Unesco y me presenta a Sartre. Allí me despierto.

Hasta ese momento no me había pasado por la mente la posibilidad de visitar también la tumba de Jean-Paul Sartre en París. Sólo quería ir al Cementerio de Montparnasse para ver la lápida de Julio Cortázar y dejar sobre ella una rayuela dibujada en un papel. Ahora tenía dos destinos, y lo que menos sabía era que ambos eran vecinos en su descanso eterno.

El día del viaje, nuestro vuelo de Air France tuvo un contratiempo y no pudimos despegar. Los días iniciales de París estaban cancelados. Pero en un acuerdo con la aerolínea, los compensaríamos antes de nuestro retorno a Venezuela. El avión curiosamente, estaba lleno de chinos que harían escala en Francia para seguir su rumbo a oriente. Pero volvamos a París.

Era nuestro último día en la ciudad luz y no teníamos mucho tiempo para la "gira turística" que había planificado. La mañana comenzó lluviosa. Por mis despistes naturales nos fuimos al cementerio de Montmartre. Este error obligó a cambiar el itinerario y el cementerio de Montparnasse se quedó para la tarde. Sólo que al llegar, ya estaba cerrado. No había marcha atrás. Caminamos hacia el metro, y en un banco se encontraba acostado un mendigo. Mi hija y yo habíamos pactado que le dejaríamos un impermeable a la primera persona que lo necesitara. Y allí estaba ese hombre durmiendo, con un sombrero que le tapaba la mitad de la cara, pero que permitía ver una barba poblada y gruesa. Cuando me acerqué tuve la sensacion de que era muy parecido a Julio Cortázar, lo ví extremadamente alto. Allí dejamos el impermable, antes de que el hombre nos sintiera a su lado y corrimos. Recordé el entierro de un paraguas destrozado que protagonizaron La Maga y Oliveira...



Foto: Elvira Prieto
Ya en el metro, mi hija y yo veniamos pensando en el regreso, y en el deseo de ver a la familia que ya extrañábamos. Ella me pregunta por su papá, y es así cuando nos damos cuenta de que había una comunión de ideas. En ese momento se abre el vagón del metro y entra una francesa con un libro. Destaca en su portada un nombre HUGO, como el de mi esposo. Hugo a secas. Y nos miramos una a la otra. "¿Estás pensando lo mismo que yo?", me pregunta. Y le respondo afirmativamente. Entonces, le pido permiso a la chica para tomarle una foto a la portada de ese libro, que se mofaba del destino, L'Homme qui rit, de Víctor Hugo.

Le explico lo que está pasando, que al día siguiente regresamos a nuestro país y que su libro nos recuerda a mi esposo y a mi hijo, ambos se llaman Hugo. También le explico que nuestro viaje había estado repleto de señales asociadas al siguiente destino. Y entonces ella abre sus ojos con sorpresa y nos muestra su marcalibros: es un dibujo del Salto Angel, y en letras destacadas Venezuela, fue el recuerdo de un viaje que ese mismo año ella había realizado al estado Bolívar.

Comencé a reir, a decirle de lo desilusionada que estaba por no haber podido ver las tumbas de Julio Cortázar y Jean-Paul Sartre, pero estas coincidencias me estaban despidiendo de ellos, estaban allí presentes, el individuo haciendo su propia existencia, partiendo de las subjetividades, hilvanando historias entre dos desconocidos. "Dime tú si esto no es existencialismo puro", le dije y ella se sonrió.

Para cerrar esta anécdota y como está dedicada a los hechos fortuitos y surrealistas como los que nos contaba Cortázar en sus historias, y por este día de despedidas permanentes, dejo este texto de J.C., hoy en día de recuerdos.



"Yo no sé, mirá, es terrible cómo llueve. Llueve todo el tiempo, afuera tupido y gris, aquí contra el balcón con goterones cuajados y duros, que hacen plaf y se aplastan como bofetadas uno detrás de otro qué hastío. Ahora aparece una gotita en lo alto del marco de la ventana, se queda temblequeando contra el cielo que la triza en mil brillos apagados, va creciendo y se tambalea, ya va a caer y no se cae, todavía no se cae.

Está prendida con todas las uñas, no quiere caerse y se la ve que se agarra con los dientes mientras le crece la barriga, ya es una gotaza que cuelga majestuosa y de pronto zup ahí va, plaf, deshecha, nada, una viscosidad en el mármol.

Pero las hay que se suicidan y se entregan en seguida, brotan en el marco y ahí mismo se tiran, me parece ver la vibración del salto, sus piernitas desprendiéndose y el grito que las emborracha en esa nada del caer y aniquilarse.
 

Tristes gotas, redondas inocentes gotas. Adiós gotas. Adiós".

7 comentarios:

  1. Felicidades es como hablar con una misma pero a la vez con todos me gusto!!!!!

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  2. Misión cumplida , tal como lo narraste , mis más sinceras felicitaciones. Es admirable. Por favor, observa en mi página de Facebook , una entrevista hecha a Julio por Joaquín Soler Serrano , hace ya algunos años, pro muy interesante, reveladora. Un abrazo

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  3. Respuestas
    1. ¿Cuál Soyed, L'homme qui rit? no hay enlace allí. Pero hay una página de bibliotecas virtuales, luego lo busco.

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    2. Si el libro al que te refieres es el de Knut Hamsum, ya actualicé el enlace. Gracias

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  4. Felicidades por tu blog, me encantó tu nota a Cortázar...
    Besos,
    Jeannette

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  5. Gracias a todos por sus comentarios

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