viernes, 16 de octubre de 2015

La sutil violencia de una silla

      "Una empresa con 40 años en el mercado. La crisis obliga su cierre.
Cada   quien personalizó su silla durante tantos años de trabajo...
Costureras... Destrozadas... FIN
Juan Toro retrata la violencia  venezolana".
María Susana Himiob


Foto de María Susana Himiob (Galería Tresy3)
En la noche inaugural de "Costureras...Destrozadas...FIN", Juan Toro Diez se encuentra con los visitantes en una sala en el que se rotan unas cuatro a cinco personas en promedio, no más. Afuera, en el patio, está la mayoría de los invitados que acudió a la cita de la Galería TRESy3. Fotógrafos, amigos, periodistas comentan las fotos, conversan con la dueña de la empresa textil que quebró y que es invitada especial del evento. Felicitan también al curador de la exposición, Ricardo Jiménez.

No es la primera vez que Juan Toro observa cómo el público evade la imagen. Se podría decir que es muy parecida a la reacción que tiene la gente en la calle frente a un mendigo: se sabe que está allí, a veces se precisa hasta donde alcanzan sus pies para medir la distancia, pero nunca se le observa realmente. Hace un tiempo, en una colectiva donde el objeto fotografiado eran las balas, el espectador recorría una elipsis imaginaria para pasar de largo o más rápido y seguir al otro tema.

cortesía Galería TRESy3
Realmente, que la sala esté casi vacía puede ser el signo del éxito de esta exposición. La poética de la ausencia, la imagen del desamparo, el lenguaje de una silla que no va a ninguna parte, pero que anuncia la despedida de unas obreras que desaparecen en  el futuro incierto. Es fotografía documental desde la simbología. Un objeto, una silla, algo tan común, pero que tiene la personalidad de quien durante años, amoldó el espaldar y los cojines a su esfuerzo y paciencia. 

La más reciente exposición de Juan Toro no habla de la magia de surcir historias, señala cómo se descose la urdimbre social, tan raída como el desconcierto del desempleo.

Juan podría mostrar en sus fotos una esquina de Pinto Salinas sólo si un graffiti y su soledad le dan contexto a la ciudad violenta. Ese es el paisaje que se dibuja ante sus ojos. La coherencia en documentar lo evidente e invisible. Desde la sangre que corre sinuosa en el descenso del barrio, pasando por las etiquetas de la morgue, a los objetos contundentes de represión de las protestas y ahora las sillas abandonadas de una fábrica desahuciada.

Juan Toro vuelve a sus estadísticas, unas más reveladoras que otras, pero siempre -aunque no tengan números- contabilizan la herida social de este país. 

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