"Para lograr la excelencia hay que tener rigor"
Un coup de foudre
fue lo que sintió el pintor venezolano Ángel Hurtado, la primera vez que visitó
la isla de Margarita. Ese flechazo le hizo quemar las naves en el extranjero,
después de 37 años viviendo entre Paris (12 años), Nueva York y Washington.
Quien desde la ausencia imaginó los relieves del macizo guayanés, casi que de
forma inconsciente, cambió la civilización y la selva de concreto, harto ya de
ella, por los colores y contrastes de la naturaleza.
Hurtado, Premio Nacional de Pintura 1961, ya tiene 20 años
viviendo frente al mar, con un acantilado que le permite ver todos los
azules del horizonte. “En unas vacaciones
en esta isla, apenas llegué sabía que quería pasar mis últimos años aquí. Un
amigo me dijo que estaban vendiendo una casa y salí corriendo a hablar con el
dueño. Sin saber el precio, le dije yo se la compro. Regresé a Washington,
vendí mi casa para poder comprar la otra, para el regreso definitivo a mi país”.
En esa casa tiene su taller, donde de vez en cuando acoge a
jóvenes artistas y los aconseja. A sus 87 años se mantiene activo, bien
elaborando collages para entretenerse, restaurando algunas de sus pinturas, o
trabajando en grandes serigrafías de sus tepuyes, con la exigencia que nunca ha
perdido para lograr el tono esperado, los colores, la luz, la forma y su
ambiente.
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Ángel Hurtado en su taller. Foto: Elvira Prieto
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“Aquí puedes ver 20 cuadros de Paul Cézanne recortados y
puestos en uno solo. Es lo que se llama un collage (un encolado). Esto lo hago
como divertimento. También hice este
collage con la obra de una pintora rusa del siglo pasado, Tamara Lempicka, que
pintaba desnudos femeninos…Si vas a tomar la foto —le sugiere a la fotógrafa—,
ponte al centro del cuadro para que no te quede en perspectiva y evita los
reflejos, buscando una luz rasante”. A medida que vamos conversando, siempre
orienta sobre la mejor vista para la cámara, y no es para menos. Además de su
trabajo como artista, fue profesor de pintura, dibujo y fotografía en la
Escuela Cristóbal Rojas y de periodismo cinematográfico en la UCV, además de
haber dirigido el Departamento de Cine de la Televisora Nacional de Venezuela.
“A mí no me gusta que me llamen artista plástico, porque yo
no soy de plástico, yo soy de carne y hueso, me gusta más bien que me llamen
artesano visual. Siento el arte como un oficio, una artesanía. Yo pienso que
hacer retrato en pintura no tiene sentido hoy día. Aunque la Gioconda sigue estática, sonriendo, porque
en ese época no existía la fotografía”.
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Foto: Elvira Prieto
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Este es mi método: cuando veo algo que tiene movimiento lo
filmo; cuando hay algo que es estático, lo pinto. Por eso es que me gustan
tanto los tepuyes. Son paisajes inamovibles que tienen siglos y siglos
inmutables. Tampoco trato de hacerlos realistas, porque para eso tomo una cámara
y le hago una foto. Lo que he hecho durante estos años es ir a la Gran Sabana, donde
me inspiro, grabo los tepuyes en mi memoria, después vengo a mi taller y pinto
el recuerdo”.
- ¿Cuál fue su impresión
la primera vez que vio un tepuy?
- Vivía en Washington
en esa época, y era un pintor abstracto. Y yo me di cuenta, en el año 78 más o
menos, que en mi pintura abstracta aparecían unas formas como los tepuyes, unas
mesetas, y la gente me decía “parece un tepuy”, pero yo nunca los había visto
en su estado natural.
Lo primero que hice cuando llegué a Venezuela fue viajar a
la Gran Sabana. Me quedé mudo, asombradísimo, lo que más me impresionó fue el
silencio, un silencio audible, ¡que casi se podía “tocar”! y después de ver las formas que por siglos y siglos han estado
inmutables, me dije, este es el tema ideal para una pintura, pero yo no quiero copiar.
Lo que hago es un tepuy subjetivo, uso la forma, uso el ambiente, pero no lo
copio. No es un paisaje documental, no es el Autana ni el Roraima, es una forma
creada en el estudio.
Uno pinta por imaginación, yo nunca copio, porque para
copiar uso el aparatico, porque es insuperable, uno no puede hacer algo mejor
que la cámara fotográfica.
- ¿Considera a la
fotografía como la mejor manera de expresar el arte?
- En algunos casos, sí. La fotografía es un arte, igual que
la pintura. Depende de quién utilice el aparatico, porque hoy en día todo el
mundo es fotógrafo. No es lo mismo ser fotógrafo de teléfono celular, que ser
fotógrafo de estilo, igual que un pintor. Yo veo una foto de Henri Cartier
Bresson y nadie me dice quién es el autor, enseguida sé que es una foto suya.
Cada fotógrafo tiene su estilo y se le reconoce enseguida.
- ¿Y considera que la
expresión artista más completa es la audiovisual, el cine?
- Yo no hago diferencias. ¿tú haces diferencias entre tus
hijos? Para mi yo hago un video, una foto, una pintura y son mis hijos, a los
hijos uno los quiere igual.
Ángel Hurtado trabajó en el Museo de Arte de las Américas,
de la Organización de Estados Americanos haciendo documentales de arte en
América Latina. Parte de ese trabajo se quedó allá, y nos cuenta el artista que
se está perdiendo por falta de mantenimiento y conservación de las películas.
Muy pocos en Venezuela lo han visto y las veces que eventualmente se han
transmitido ha sido por “Vale TV”. Él ha logrado salvar algunos de sus
documentales para la difusión y los ha donado a ese canal, por considerarlo el
único que educa al televidente. De esos videos destacan Vibrations (sobre Jesús
Soto, 1959); La Metamorfosis (basado en el cuento de Kafka, 1964). En ese mismo
año fue reconocido con el premio especial del jurado en la XXV Bienal de
Venecia por una película sobre
José María Cruxent (1963) y, en 1973, recibió
dos Premios “Golden Eagle” por sus
documentales sobre Jesús Soto y José Antonio Velázquez (un pintor hondureño).
Recientemente, estaba trabajando en el documental de un
joven artista, Yonidel Mendoza, que utiliza mallas metálicas como recurso
expresivo, pero él se fue a una exposición en Corea y se quedó. “Estoy esperando
a que regrese para terminar el video”. Trabaja en Caracas con un amigo que
tiene un taller audiovisual, Isaac Bencid. “Lo estoy entrenando para que
continúe mi labor desarrollando documentales sobre arte, porque rara vez se
hace eso en Venezuela”, dice Hurtado.
- ¿Hay alguna
película que soñó con hacer y no la hizo?
- Tengo guiones ahí que nunca pude hacer y que nunca haré.
- ¿Y cuántos guiones
tienes guardados?
- Como cuatro o cinco, tengo uno sobre Reverón, pero Risquez
se me fue adelante. Aunque la película
mía sería muy diferente, porque yo haría Reverón, el pintor, y Risquez hizo
Reverón, el loco. Lo que él tomó de Reverón fue la locura, su pintura no se ve.
No muestra un solo cuadro original de Reverón. Los que ven esa película no
pueden entender por qué fue tan famoso como gran artista.
- ¿Y en dónde queda
el Reverón de Margot Benacerraf?
- Ah, bueno, eso es muy distinto, el Reverón de Margot es
magnífico, porque es el hombre y el artista.
- ¿Y qué va a hacer
con sus archivos?
- Allí se quedarán, guardados , quien sabe hasta cuándo.
- ¿No ha pensado en
el destino que se le puede dar a su obra?
- Eso nadie lo sabe. Yo no sé, eso depende si mi trabajo es
bueno o no.
- ¡Su obra es buena!
- Eso nadie lo sabe. El peor juez es uno mismo, yo no sé si
lo que hago es bueno o es malo. En muchas oportunidades he dicho que no pinto más
porque lo que hago no me gusta. Sin embargo trato, sigo intentando hacer algo
que sirva. Quisiera hacer una obra maestra, pero no la he logrado. El día que
la logre no pinto más, para qué si ya la hice, pero eso es algo relativo… y muy
subjetivo.
Lo dice quien fue discípulo de Marcos Castillo y Pedro Ángel
González, dos artistas a quienes, según él, les debe su formación.
- ¿A qué atribuye que
en Venezuela ese trabajo documental no prospere?
- Porque este es un país inculto, el 80% de la gente no
tiene educación y el arte es educación. Aquí a la gente lo que le gusta es el
fútbol y los cantantes de farándula. La gente es muy superficial. Fíjese los
grandes intelectuales que ha dado Venezuela en literatura, empezando por Rómulo
Gallegos, José Rafael Pocaterra, Salvador Garmendia, Mariano Picón Salas, ¿dónde
están los intelectuales de hoy? Hay muy pocos, casi no se ven.
- ¿Cuál es su
película preferida?
Ciudadano Kane es una película que rompió todos los esquemas
en la fotografía, guión, los personajes, es una maravilla; también todas las de
Chaplin, y de directores más recientes, Igmar Bergman, es el cineasta que le
dio madurez al cine. Bergman introdujo la literatura, la filosofía en el cine,
es un tipo admirable. Fanny y Alexander, es magnífica.
- ¿Y del cine
italiano?
Vittorio De Sica, fue
otro que revolucionó el cine, porque usó
lo que se llamaba el arte povera, sin actores famosos, con un equipo muy
restringido. Ladrón de Bicicletas es una joya de película.
- ¿Cuál es la clave
que usted considera que se necesita para lograr una buena película?
- Lo primero es hacer un buen guión, porque el guión es lo
esencial. Si tú vas a hacer un documental y eres un excelente fotógrafo y la
iluminación es maravillosa, y los personajes son excelentes, pero no tiene un
buen guión, se cae la película. El guión es el esqueleto. Igual con un cuadro,
si no tiene composición, se cae, no se aguanta. Como una casa, si no tiene una
estructura sólida, ¡se derrumba! Tú ves películas bien hechas, con un guión
pésimo. y no valen nada.
Después, una vez que tienes un buen guión, seguirlo. El
cineasta ruso Pudovkin decía que el guión tiene que ser de hierro, inamovible.
Tú lo imaginas, el guión está en la cabeza cuando lo escribes, después tienes que seguirlo, y cambiar algunas
cosas que se presenten en el rodaje y que no estaban previstas, pero siempre en
función del guión original.
Y finalmente, tener una técnica impecable, manejar la
cámara Y las luces muy bien, con gran
rigor. Además, cuando ves por el visor, tienes que componer un cuadro. Cuando
yo veo por el visor yo estoy pintando. Tengo que moverme, buscar el mejor ángulo,
ubicar la buena iluminación. No es tomar la cámara y filmar cualquier cosa. Para que ellas queden bien
hechas hay que tener rigor. Para buscar la excelencia se necesita rigor.
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Foto: Elvira Prieto |
Variaciones de un
encuentro
Conocí la obra de Ángel Hurtado cuando recorría museos y galerías
para hacer notas dominicales sobre arte y coleccionismo. Entonces llegó a mis manos
uno de sus catálogos, corrían los años 90. Para entonces, yo ya estaba
cautivada por la Gran Sabana, territorio que sirvió para elaborar mi tesis de
grado en Comunicación Social, que llevó por título “La Gran Sabana, para que
perdure y no se olvide”. Cuando vi sus tepuyes inmediatamente me identifiqué
con su obra, y posteriormente con su trabajo abstracto, las figuras siderales,
otro tema que llamó mi atención desde niña: la astrología, el universo, y su representación.
Siempre pensé que hice un sacrilegio haber recortado aquél
catálogo para componer mi propio paisaje de tepuyes con los suyos. Ahora que
veo sus collages, su divertimento, me
siento cómplice de su obra.
Es llamativo que en los dos collages que exhibe Hurtado en
su taller, de Cézanne y Lempicka, destaque la figura humana, puesto que en su
trabajo como pintor no existen los personajes.
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Foto: Inger Pedreáñez
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No es de extrañar la admiración que Hurtado profesa a Jesús
Soto y Armando Reverón. Con ambos sostuvo una sólida amistad. Es Soto quien
escribe el prólogo del libro que escribiera Marta de la Vega sobre su vida y
obra. En esas páginas, el maestro del cinetismo destaca una afirmación de
Hurtado, porque se identifica con él en su búsqueda para expresar el
movimiento: “Para mí, el futuro del arte está en el cine”. En su casa, un libro
sobre la vida de Soto descansa sobre la mesa, como una de sus lecturas
imprescindibles.
Hurtado tuvo el honor de ser dibujado por Reverón, con
cenizas de cigarrillos y fósforos quemados. Una foto de ambos en Macuto da
testimonio de la cercanía entre estos dos artistas.
En la sala de estar, al lado de una de sus obras, hay un
cuadro de Ramón Vásquez Brito. Otro amigo con quien está en deuda, pues le
apoyó amigablemente para irse a Paris. Cito el libro de Marta de la Vega cuando
refiere que Vásquez Brito cambió un boleto de ida y vuelta en primera clase a
Europa que recibió como parte del Premio Nacional de Pintura, por dos tiquetes
de tercera en barco, para viajar, en 1954, junto con Ángel Hurtado hasta
Tenerife en el “Franca C”, 12 días de navegación. “Por cierto, la alegría del
viaje se vio ensombrecida cuando nos enteramos por la radio del barco, durante
la travesía, de la muerte de Reverón”…
¿Qué es lo que más me atrae de la obra de Ángel Hurtado?
Quizás sea su particular forma de conectarse con la luz. No son los colores, ni
la composición geométrica o abstracta, o el tepuy subjetivo o la materia
sideral, sino ese punto luminoso que emerge para deslizarse en la extensión del
cuadro. Es esa comprensión de la luz dentro de la forma y los tonos lo que
vuelve particular su forma de pintar. Es la luz la que destaca los azules sobre
los ocres, la que convierte el paisaje en un lenguaje íntimo y que a la vez
proyecta la imagen y le da la trascendencia.
¿Y no es acaso la luz el pincel de los fotógrafos? La misma
razón vuelve a asomarse como leiv motiv y
como punto de encuentro…
Nos recibe la noche en esta visita a la casa de Ángel
Hurtado. Una recién llegada luna llena nos obliga a anunciar la despedida. Se
ve hermosa, invita a retratarla y él de inmediato nos dice: “Si te paras en
este ángulo, tendrás dos lunas, con el reflejo del agua”.
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Foto: Elvira Prieto |
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(En el nombre de José María Cruxent, se puede acceder al documental, dirigido por Ángel Hurtado)