El 12 de febrero se
cumplirán 29 años del fallecimiento del escritor argentino, Julio Cortázar.
Para esa fecha yo contaba 18 años y ya me había leído gran parte de sus libros,
Rayuela, Los Premios, Bestiario, Salvo el Crepúsculo, Todos los fuegos, el fuego, Historia de Cronopios y de Famas…, tenía
una fascinación por los cuentos “Casa Tomada” y “La Autopista del Sur”, y lloré su muerte como si se tratara de un
gran amigo.
Pero realmente sabía
muy poco de quién era Julio, hasta que llegaron a mis manos, recientemente, dos
biografías; la primera escrita por Miguel Herráez, catedrático de Literatura
Española en la Facultad de Humanidades y CC. De la Comunicación de la
Universidad CEU Cardenal, Valencia, España (Julio
Cortázar, una biografía revisada, editorial Alrevés, 2011 ) ; la otra, del
poeta y novelista argentino, Mario Goloboff (Julio Cortázar, la biografía, Seix Barral, 1998).
Fue como hacer una
disección a su figura idílica. Decantación y reconstrucción de una personalidad
única e inmortal. Curiosamente, o quizás porque se trata del creador de los
cronopios, leer ambos libros no fue tarea de desandar dos veces el mismo
camino. Hablan del mismo J.C., pero el énfasis en ciertos episodios hace la
diferencia. Me decepcioné de él un poco leyendo a Herráez, y lo reinvindiqué
leyendo a Goloboff.
¿Cuál podría ser,
entonces la diferencia? Me inclino a pensar en que las citas y entrevistas de
conocidos, amigos cercanos y familiares de Julio en la obra de Herráez, no
hablan del hombre en sí, más bien de aquél que cada uno de esos testigos dibujó
en su memoria y en sus afectos.
En cambio, Mario Goloboff,
teje la trama de su vida entre las líneas de su narrativa; cada cuento, poema,
novela tiene su conexión con la transformación humana y política que moldea el
carácter de Cortázar. Intuyo, desconociendo el vínculo afectivo de ambos
autores con Julio Cortázar, que Goloboff es más cercano, más íntimo, sin entrar
en pequeños detalles privados como lo hace Herráez. Los testimonios de Aurora
Bernárdez son fundamentales en la obra de Herráez, así como las citas
epistolares del escritor. En la obra de
Mario Goloboff, también habla J.C. a través de su correspondencia, pero es más
del hombre público y el transcurrir de su vida en forma paralela a su obra y la
exposición ante los medios masivos, en entrevistas, ensayos y artículos de
opinión.
Herráez se extiende
más que Goloboff en la vida del escritor antes de ser el escritor. Su infancia,
sus paranoias, sus gustos y aversiones, aquellos padecimientos físicos que
llegaron a inspirar varias historias… También hace entrever algunas posturas
cómodas e interesadas del escritor con sus amigos, habla más del desapego con
el padre y sus razones, de sus relaciones sentimentales, de algunos viejos
amigos, fuente de inspiración de sus personajes. También se refiere a sus
viajes por el mundo, facilitados por su trabajo como traductor de la Unesco y
el alejamiento de su patria en momentos cruciales para su carrera. “Bestiario
establece el antes y el después, un antes que se desintegra al punto de
interrumpir su correspondencia, tan cara un lustro atrás, con las Duprat o con
Mecha Arias o con Gagliardi (…) y un después que mira hacia Europa, pero qué,
curioso, no olvidará Banfield”. (Una
biografía revisada…pág. 139).
Al terminar de leer la
obra de Herráez sentí un leve distanciamiento, me envolvió en la idea de que no-te-quiero-definitivamente-tanto,-Julio.
Pero, al volver a su vida, en las páginas de Goloboff aparece esta bipolaridad
que me hace admirar su pluma, a compadecerlo por el desaire que recibió al
regresar a la Argentina, tras la asunción del presidente Raúl Alfonsín, y a
comprender que el valor que siempre le di a Cortázar fue por su prosa y poesía
y no por sus posiciones políticas.
Revolución en los 60
Las inclinaciones de Cortázar
a las causas cubana y sandinista eran conocidas, pero en ambos libros se puede
medir el alcance de sus compromisos. Herráez describe a un escritor que
confiesa no saber nada de política, como le dirá a Paul Blackburn, pero admite
haberse enfermado incurablemente de Cuba, (carta al poeta y periodista cubano
Antón Arrufat). “Con Cuba descubrió y llegó a entender el fenómeno de las masas
y la devoción al mito, que sin embargo, tanto había aborrecido del peronismo…”,
dice Herráez (Pág. 205) y sobre este tema, Goloboff se extiende y nos ofrece la
propia explicación en palabras de Julio Cortázar: “En estas islas terribles en
que vivimos metidos los sudamericanos (pues Argentina o México son tan
insulares como su Cuba) a veces es necesario venirse a vivir a Europa para
descubrir por fin las voces hermanas. Desde aquí, poco a poco, América va
siendo como una constelación, con luces que brillan y van formando el dibujo de
la verdadera patria, mucho más grande y hermosa que la que vocifera el
pasaporte”. (Pág. 160)
Ciertamente fue un
momento estelar para la determinación de los pueblos latinoamericanos aquellos
años de luchas revolucionarias, mismo tiempo en el que también se esparció el
boom de los escritores de este continente, algo que no resulta casual y que encaja
en el análisis de Goloboff.
Necesario mencionar
el distanciamiento de J.C. con sus colegas latinoamericanos, relacionado con el
pronunciamiento contundente en contra de la detención del escritor cubano Heberto
Padilla y su esposa, la también poeta Belkis
Cuza, acusado de contrarrevolucionario a principios de 1970. Cortázar firmó la primera, más no la segunda carta
de protesta, ésta última redactada por Vargas Llosa, Hérraez no da mayores
razones de este episodio, y queda la
sensación de una postura poco solidaria del escritor argentino. Por su parte,
Mario Goloboff precisa la influencia que ejerció J.C. para suavizar los
términos de la primera misiva, que aún así no fue del agrado de las autoridades
cubanas. Luego estaría el distanciamiento de intelectuales, tanto de derecha como de
izquierda, con Cortázar. Mejor aún es
leer su respuesta en el texto “Policrítica en la hora de los chacales”,
prácticamente un poema, que en algunos casos pudiera ser críptico: “…Hay que gritar una política crítica,
hay que criticar gritando cada vez que se lo cree justo, sólo así podremos
acabar un día con los chacales y las hienas”. (valioso el aporte del libro de Goloboff,
en el apéndice, donde se puede leer este
texto completo, además de los artículos completos en reacción por el premio
Medicis que recibió el autor en Francia, 1974 , por El libro de Manuel y cuyo valor en metálico fue donado a la
izquierda chilena).
Sobre el episodio de
Padilla también escribe Herráez: “Si es verdad que firmó, como hemos
adelantado, una primera misiva pidiendo explicaciones a Castro por la detención
de Padilla, no lo es menos que simultáneamente trató de justificarse frente a
Fernández Retamar y Haydée Santamaría emisarios e interlocutores entre las
autoridades de La Habana y él mismo”. (Pág. 212).
Lo mejor de ambos
libros es que nos ofrecen la oportunidad de conocer lo que Julio Cortázar
opinaba de su propia obra (por cierto,
no resulta creíble su desdén ante la crítica, bajo el argumento de estar
demasiado ocupado en escribir). Una de esos análisis lo encontramos cuando se
hace referencia a la novela Los Premios.
“Un viaje que nunca, realmente se realizará… Las intrigas, las relaciones
nuevas que se tejen, las viejas que se destejen, la personaldad de algunos de
los integrantes del grupo, la lucha contra la tripulación (que mantiene a la
gente en la ignorancia sobre los verdaderos motivos por los que el viaje no se
realiza)”. (Goloboff, pág. 116). Y entonces vemos esta frase de J.C. tan
contundente: “Se me ocurre que Los
Premios es un espejo sin pretensiones, pero bien azogado. La gente se puede
mirar, afeitar y peinar con confianza delante de él, porque a cada uno le sale
su propia cara, que es lo que necesitamos algunos argentinos, hartos de tanta
cara prestada”.
Con o sin Borges
Ambas biografías, era
inevitable que fuera así, también hacen
mención al vínculo intelectual y afectivo entre J. Cortázar y J.L. Borges. El
cuento Casa tomada se hizo público
por primera vez en Los Anales de Buenos
Aires (diciembre de 1946), que tenía como secretario de redacción a Jorge Luis Borges, quien no conocía personalmente a Cortázar,
pero además le solicitó a su hermana, Norah Borges, la ilustración, que finalmente no fue del agrado del autor del cuento.
En un viaje a la
India, cumpliendo compromisos profesionales para la Unesco, en el año 1956,
Julio Cortázar, escribe un poema que le dedica a Jorge Luis Borges, y que es la
introducción del texto “The smiler with the knife under the cloak”, en el que
se manifiesta el afecto que siente por él, y cito las mismas comillas de
Goloboff: “a lo mejor, Borges, alguien se lo lee en Buenos Aires y usted se
sonríe, lo guarda un segundo en su memoria que conoce mejores ocupaciones, y a
mí eso me basta desde lejos y desde siempre”.
Curioso este análisis
comparativo que hace Goloboff entre ambos escritores: “El mundo de Borges es …
´profesionalmente irreal´. No hay para él otra realidad que la irrealidad. Ni
otra causalidad que la fantástica (…); la realidad, como tal, no tiene existencia
alguna. (…) Para Cortázar, en cambio, la realidad, nuestra realidad, lo abarca
todo, inclusive lo fantástico. (…) El mundo fantástico, para Cortázar, está
dentro del nuestro” (Goloboff, pág. 79).
Pero si algo se
observa de esta relación es que más allá de sus posiciones políticas (lo mismo
ocurre con Mario Vargas Llosa), y manteniendo firmemente sus convicciones,
ambos escritores conservaban el respeto y el aprecio.
“Julio jamás le
hubiera negado un saludo a Borges”, señala Aurora Bernárdez en el libro de
Herráez, pero de seguidas el catedrático relata lo siguiente: “ En 1968, Borges
dictó una conferencia en Córdoba, sobre literatura contemporánea en América
Latina. En ella ensalzó a Cortázar como un espléndido escritor, como un autor
ya de obra consolidada e importante. En la conferencia, no obstante, Borges
lamentó que Cortázar militara en la
ideología en que lo hacía, pues ello le imposibilitaba considerarlo amigo
porque ´desgraciadamente nunca podré tener relación amistosa con él, porque es
comunista´ (no queda claro si efectivamente Borges dijo eso o fue una
“tergiversación periodística”). Sobre ese asunto y acerca de cuál era el valor
que el Borges literario despertaba en él, Cortázar le comentó a Fernández
Retamar, en octubre de ese mismo año, ´cuando leí la noticia en los diarios, me
alegré más que nunca del homenaje que le rendí en La
vuelta al día… Porque yo, aunque él esté más ciego ante la realidad del
mundo, seguiré teniendo a distancia esa relación amistosa que consuela de
tantas tristezas”. (Herráez, pág. 226).
Ugné Karvelis, entregó
para el libro de Mario Goloboff una foto de ella con Borges, con la siguiente
nota: “La foto con Borges tiene una historia: él no había estado en Francia
desde hacía un buen tiempo, y Julio, habiéndose negado a asistir al almuerzo
que Gallimard organizó en su honor, me encargó de decirle a Borges que seguía
siendo un gran admirador del escritor y de su obra, pero que le resultaba
imposible encontrarlo por razones que ciertamente él comprendería. Transmití el
mensaje a Borges y él estaba contento”.
No he pretendido
resumir la vida de J.C. en estas líneas. Se puede comenzar por leer estos dos
excelentes libros, para compartir sus pasos y vivirlos a su lado, como una sombra que lo extraña en un futuro sin él. Me quedo con la fragancia que me
dejó Mario Goloboff (realmente agradezco
mucho a Victoria de Stefano, por haberme prestado su libro), aunque seguiré abriendo las páginas del libro de
Miguel Herráez, para reojear citas, imágenes y seguir recordando a Julio como
el escritor de mi adolescencia.
La Caricatura del encuentro entre Borges, Cortázar y Kodama frente a "El perro semihundido" de Francisco de Goya en el Museo del Prado, por Juan Lázaro Rearte, fue tomada del blog A través del Uniberto, del cual recomiendo un texto que escribió Borges al morir J.C., en 1984, que se ofrece en ese magazine de Humberto Acciarressi.
Escuche a Cortázar en "Me caigo y me levanto" aquí.
La literatura y el jazz en Julio Cortázar.
La Caricatura del encuentro entre Borges, Cortázar y Kodama frente a "El perro semihundido" de Francisco de Goya en el Museo del Prado, por Juan Lázaro Rearte, fue tomada del blog A través del Uniberto, del cual recomiendo un texto que escribió Borges al morir J.C., en 1984, que se ofrece en ese magazine de Humberto Acciarressi.
Escuche a Cortázar en "Me caigo y me levanto" aquí.
La literatura y el jazz en Julio Cortázar.
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