domingo, 20 de marzo de 2016

Un arte que acuna a la música

(Preludio a la entrevista) En un escenario se sube como solista un cuatrista famoso, o bien una orquesta que combina los instrumentos tradicionales venezolanos con los acústicos propios del rock, o quizás está en desarrollo una ópera. Los músicos hacen de su talento una obra maestra. La gente aplaude a los intérpretes, a los ejecutantes. Casi invisible queda el instrumento que sabe de su calidad, de su acústica, de su color rítmico y sonoro. Imperceptible queda el primer hacedor de la música, el luthier que logró extraer de la madera la vibra y el sonido, y se la entregó a esas manos que reverencian agradecidas los plácemes del público…    La luthería también es un arte, que extrae de la propia naturaleza la música. La palabra luthier se origina del laúd, un instrumento de la Edad Media, de seis cuerdas dobles, con la caja ovalada y cóncava.


Claudio Lazcano en su taller

Cerca de 460 instrumentos de cuerda ha fabricado el luthier venezolano, Claudio Lazcano. Conocido en el medio no sólo por ofrecer cuatros, guitarras y mandolinas de calidad, sino también como guitarrista, aunque él considere que esa etapa de músico quedó solapada por su quehacer artesanal y lo que ha sido su verdadera pasión artística.

-Cuando me toque hacer el instrumento número 500 me quedaré con él, dice.

Posiblemente, ese número sea alcanzado por una guitarra o un cuatro, él no lo sabe. Pero sí lleva la cuenta de su producción:  200 cuatros, cerca de 100 guitarras, 70 mandolinas, 20 guitarras renacentistas, entre otros.

- ¿De los instrumentos que has hecho, cuál te ha dado más satisfacción?

- Yo elaboro instrumentos de cuerdas pulsadas con dedo o plectro, lo que yo llamo luthería plana. Fabrico instrumentos latinoamericanos, incluyendo los venezolanos como la bandola, el cuatro, la guitarra, la mandolina. Hago instrumentos latinoamericanos como cavaquinho (de origen brasilero de cuatro cuerdas), el cuatro puertorriqueño, el charango (instrumento de cinco cuerdas, de la cordillera de Los Andes), el tres cubano, una vez hice una jarana (mexicano), y desde hace 20 años hago instrumentos antiguos europeos, como la guitarra barroca, guitarra romántica, el laúd del Renacimiento, y también instrumentos medievales como  psaltério (o cítara, instrumento de cuerda pulsada que se utiliza para acompañar el salmo), y la mandorla. Comencé a construir los instrumentos antiguos a raíz de una solicitud que me hizo Isabel Palacios para la Cantata de Caracas.  Con instrucciones, planos, libros y músicos que venían del exterior, pude hacer las copias de esos instrumentos.

También desde  hace cuatro años está  haciendo instrumentos eléctricos como guitarras y bajos que tienen un estilo particular  y  logran una alta difusión.

 Un giro musical

La curiosidad siempre es un motor en el proceso creativo. Y esa inquietud por saber cómo se elaboraba una guitarra, además por la aspiración de tener un buen instrumento como ejecutante, lo llevó a conocer a Ramón Blanco. “Me impresioné mucho de su taller, tenía una atracción cautivante. Era algo totalmente distinto a otro tipo de talleres artesanales, el olor a madera. Es un olor especial, tiene las combinaciones el ciprés, la caoba, el ébano, el cedro, esa combinación de olores es como un vino. Era muy personalizado. Y no sólo fue  la percepción visual y de sentidos lo que me atrapó,  sino también ver que en un espacio tan pequeño se podía producir una guitarra”.

Esa visita fue la epifanía que lo condujo a buscar un curso de luthería, aunque para entonces pensaba que sería un guitarrista clásico y que aquellos estudios eran complementarios para conocer más sobre la estructura interna del instrumento. Para entonces, formaba parte de la Estudiantina Universitaria de la Universidad Central de Venezuela (UCV), bajo la dirección de Orlando Gámez.  Además de Gámez, sus profesores fueron los maestros Eduardo Serrano, Alejandro Vásquez, Bartolomé Díaz y Hugo Quintana.

Y con la intención y la voluntad, era fàcil que apareciera  la oportunidad.  Coincidió con la visita de un luthier alemán a Venezuela y la posibilidad de que a él le reservaran el último cupo de un taller. “Raúl Delgado Estévez era uno de los inscritos. También conocí allí a un buen amigo luthier, Oscar García, de quien aprendí mucho - él dice lo mismo de mí. Juntos avanzamos rápidamente”, recuerda.

A mitad del curso, Delgado Estévez, quien para el momento era el director del Orfeón Universitario de la UCV, y además miembro de El Cuarteto, aseguró que de todos los presentes, Oscar y Claudio podían dedicarse a la luthería. El objetivo del taller era construir una guitarra y una mandolina. Y para ese momento ya incluso tenía un encargo. “Decidí abandonar la universidad, porque me di cuenta de que podía trabajar y vivir de la luthería. Fue un enamoramiento muy sano”.


La acústica en la mano

Claudio utiliza una veintena de maderas para combinar y ecualizar los instrumentos, y como él dice, divertirse con los sonidos. “Las caobas  de la costa son distintas de las que están en el llano. Depende de la región del árbol, el acabado es muy distinto”. Sus preferencias son las maderas de Honduras, Venezuela y del continente africano. 

“La caoba venezolana es de alta calidad. Su  color marrón oscuro le da mucha elegancia al acabado y tiene rango de densidades muy grandes que no llegan a las densidades de las africanas y hondureñas que son bastante suaves. La caoba la uso estrictamente para el mástil. Para las tapas uso tres tipos de madera: el pino Sitka americano, el cedro del Canadá y el pino abeto  alemán. Para los aros y fondo del instrumento, partes que completan la caja del instrumento,  preferiblemente  uso palisandro de la India, que es la madera clásica para la guitarra. Está también el de Madagascar o de Río de Janeiro, en Brasil. Esas tres regiones dan palisandros distintos.  El de jacarandá es el más codiciado, más caro y más sonoro.  Luego le sigue el de Madagascar y luego el de la India. Para la trastiera, ébano o palisandro… Todas son maderas de muy alto nivel”.

Explica este luthier venezolano que la madera básica, es como el color con que alguien se viste. “Según la madera que pongas, las ondas sonoras despiertan distinto, reaccionen de una manera. En eso se resume en la afinación, puede ser un sonido redondo, opaco, más grave, estridente, triste… Cuando se escoge una madera para el instrumento, uno está ecualizando la sonoridad del instrumento, por decirlo de alguna forma.

Pero además del material, está el pulso y la intuición del artesano. “Hay un componente de construcción y de mano, de técnica, cada corte  que se hace, de lijado, de barniz, si pones más laca o menos sellador, cada madera que escoges está dirigida al sonido, si es más grueso, lo pulo.  Parece que es un mueble inerte pero no lo es. Cada movimiento de la mano agrega una intención de sonido al instrumento”.
Hugo Quintana toca la guitarra renacentista realizada por Claudio Lazcano

Son 30 años de oficio y próximo a alcanzar su pieza 500. “A partir de ese número, el luthier empieza a refinar todo aquello que ha trabajado y el carácter es más de registro, de exploración. Ahora me siento en capacidad de modificar cosas, de evolucionar”.

Y esta pasión que lo atrapó en olores, colores y sonidos, sigue siendo un trecho abierto para la investigación desde el arte: “Después de todos estos años estudiando el sonido de la guitarra española, esa construcción del guitarrero o violero, ahora me siento en capacidad de refinar mi trabajo para encontrar ese sonido propio. No estoy buscando algo distinto o aquello que le pueda gustar a un guitarrista, sino el sonido que a mí, en lo personal, me gustaría tener”.

- Sigues tocando la guitarra.
Fotos: Inger Pedreáñez

- Sí, claro. Cuando incursioné en la luthería seguí estudiando música, pero mis notas comenzaron a bajar. No podía dedicarle el tiempo necesario. Con todo el dolor de mi alma, abandoné la guitarra. Pero la volví a retomar después de tres años de estudios de luthería, y no volví a dejarla, he hecho cursos para guitarra renacentista y barroca, música a dúo.  Pero el 90% de mi tiempo se lo dedico a la luthería.


Justamente, en estos días, Claudio Lazcano está ensayando junto al guitarrista Hugo Quintana (quien además es el coordinador académico de la Facultad de Humanidades y Educación de la UCV) un dúo para guitarra del siglo XIX, y también estarán formando parte de los artistas que acompañarán el musical “El Hombre de la Mancha”, que se estrenará en abril, en el Aula Magna de la UCV.

-La guitarra es mi instrumento, es el amor que más me ha durado, asegura.
Detalle de la guitarra más reciente
 elaborada por Claudio Lazcano.
Foto de Claudio.



(Si quieren conocer más de este luthier, aqui está el enlace a su página web)



3 comentarios:

  1. Excelente nota, muy interesante, un hombre que es luthier de alma y además músico e investigador de la música. Muy buenas las fotos, además. Gracias Inger!

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  2. Maestro Claudio Lazcano, mis saludos y mi respeto. Reparó mi guitarra Tatay de doce cuerdas, y una mandolina Carmelo Catania, por recomendación del Maestro Marcelino Aparicio, les realizó un excelente trabajo, insuperable, además tuve oportunidad de conversar con él sonre música, y me mostró en su taller dos guitarras que estaba elaborando. Lo recomiendo con los ojos cerrados si se necesita un trabajo de calidad. Eso si, con tiempo y paciencia porque el Maestro Claudio tiene mucho trabajo. Dios le siga bendiciendo, y le estaré eternamente agradecido.

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  3. Los instrumentos de Claudio son maravillosos. Son las cajas de resonancia de mi alma, porque gracias a esas guitarras estupendas, yo puedo expresarme. Hermosa entrevista que le hace justicia al trabajo de Claudio Lazcano del Castillo. Salud!

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