jueves, 21 de agosto de 2014

Fragmento amargo de una imagen

La vida moderna se ha reducido a una síntesis. Como lectores, pretendemos enterarnos de todo lo que pasa en 140 caracteres. Los acontecimientos son tan efímeros como el nuevo que se produce. Como sí la brevedad encerrara en sí misma la cornucopia del conocimiento. En tiempos de convulsiones sociales y políticas, todo parece indicar que los argumentos también se limitan a una frase, un gesto para llegar a la mayor cantidad de redes posibles.

Clausura el 20-S
Comparar esa brevedad con el instante que se perpetúa a través del lente de una cámara no tendría mucho sentido si no es para encontrar en esa percepción un extenso discurso que nos cuestiona. Una fotografía puede momificar una sensación, un arrebato, una injusticia o una lucha. Una imagen, aunque breve, se hace eterna, quizás porque el mensaje no es explícito, sino que el mensaje se origina desde la interpretación y la reflexión de quién la mira. Esa brevedad latente es la que se despierta en la más reciente exposición de Juan Toro, que fue inaugurada en los espacios de Roberto Mata Taller de Fotografía, bajo una simple palabra: Fragmentos.

Juan Toro fue recogiendo piezas de batalla en una ciudad que no sabe cómo medir sus conflictos. Ese resto que ya casi está olvidado, vuelve como obra de exhibición con una historia que no nos está dado ser contada. A veces la imaginamos, como la esfera azul que nos dibuja un territorio de violencia con sus trozos de piel y sangre como herrumbre de las contradicciones. Del juego infantil de las metras ya ni los colores son ingenuos. Están abolladas de odio y represión, de prisa por doblegar el ímpetu. Y quizás por su colorido, la elipsis que encierra la imagen, en tan breve símbolo, se reconstruye en este silencio que suspende al espectador en un pasado ignorado o en la amenaza de un futuro.

Los otros objetos quedan también suspendidos como un muro de lamentaciones: latas, bombas lacrimógenas, artefactos construidos a base de clavos, botellas rotas, y entre todos, un rosario que nos habla de la fé de alguien que nunca sabremos a dónde fue a terminar. 

También en esta oportunidad Juan Toro muestra sus fotografías de etiquetas de la morgue. La muerte se vuelve un número, un mes, un año... No está escrita por ningún lado la palabra masacre, aunque la suma de los días golpee con ese latigazo. Esta serie que se incluye a sus nuevas imágenes ya la conocía de una exposición anterior en la Organización Nelson Garrido, pero cabe destacar que en el impacto de la primera vez y el de ahora insiste la reiteración de lo efímera que es también la vida. Un detalle de los curadores en esta oportunidad:   el cuarto oscuro y frío como debe ser una morgue, encerrado como las sepulturas. Un número 38 que se hace infinito en la etiqueta de El Rodeo, del año 2011, la evidencia de una mentira oficial. La curaduría de la exposición de Juan Toro la realizaron los investigadores Salvatore Elefante y Luca Pagliari. La sala de exposiciones está ubicada en la Avenida Trieste con Avenida Madrid, de la California Sur.

"Esta exposición es algo tétrica", comenta uno de los asistentes a la inauguración. "Tan tétrica como la realidad que vivimos", le responde su interlocutor. Las imágenes, como los ensayos, permiten mostrar la voz íntima de un país, aunque en estos fragmentos esa voz se escuche entrecortada.


http://ow.ly/i/6BFh9/original



2 comentarios:

  1. La fotografía perenniza el instante y lo diluye, sin duda.

    Saludos.

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  2. ..... Inger formó parte de esa inquietud. Y cuando estuvo entre la multitud no fue casi nada; solamente un ser humano entre muchos... Y cae la tarde" .....

    Aqui te veo

    AT-o

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