Pensar en la poesía me lleva directamente a los recuerdos de
la escuela pública en donde estudié en Coche, la Carlos Delgado Chalbaud. La
maestra nos enseñaba de la métrica de un soneto, de una copla, las décimas… Una
vez nos asignaron como tarea buscar un ejemplo de glosa, y yo quedé prendada de
una obra de Aquiles Nazoa, Glosa para ir
a la escuela, tanto me gustó que hasta música le puse y la cantaba cuando
estaba a solas.
caminas, Luz Caraballo,
con violeticas de mayo,
con carneritos de enero;
inviernos del ventisquero,
farallón de los veranos,
con fríos cordilleranos,
con riscos y ajetreos,
se te van poniendo feos
los deditos de tus manos.
Mi papá publicó sus propios libros de poesía, no hubo editorial que lo respaldara más que la misma que él inventó Ediciones Río Tirgua, haciendo honor a sus tierras cojedeñas.
Un día, de la misma escuela, nos pidieron como tarea, recitar un poema de un autor venezolano. Yo escogí a mi padre. Y tomé el que le dedicó a su madre, cuando ya había fallecido.
En la casa
Ella sigue en la casa todavía
tan silenciosa, tan meditabunda,
olvidada del llanto que la inunda
aunque la casa ahora está vacía.
Aunque la casa ahora esté vacía,
ella escucha las voces de los hijos
correteando en el patio.
El regocijo de la añoranza le torna a dar la vida.
Pero la casa ahora está vacía
Y ella, la dulce-inmensa-silenciosa
pasa en la casa íngrima los días
Hecha su espera de melancolía
ve en el seco rosal si hay nuevas rosas
Ella sola en la casa todavía
Cuando yo digo el nombre de María,
que para mí es la voz del agua clara,
es como si a los campos me asomara
con la mano de un niño entre la mía.
Porque su nombre es campo en lejanía
Y no es mi voz sino el amor quien canta
como espiga sonora en mi garganta
cuando yo digo el nombre de María.
Yo también tuve la valentía de regalar un poema a un amigo Hagamos un trato, de Mario Benedetti, muchos años después, nos volvimos a ver y él me mostró cómo aún guardaba en su billetera el papel desgastado.
Así ha estado la poesía como un oleaje en mi vida, se extiende, se repliega, me baña, me embriaga, me estremece...
Comienza el año escolar
y septiembre en Venezuela
vuelve a ser como una escuela
que se abre de par en par.
Oh escuela de mi niñez
cuando en las tardes llovía
quién pudiera en un tranvía
ir a tu encuentro otra vez
cerca ya de la vejez
quién pudiera en un tranvía
ir a tu encuentro otra vez
cerca ya de la vejez
no te he podido olvidar,
pues en mi afecto un lugar
donde aún me cantas, existe,
y en el que siempre más triste
comienza el año escolar.
pues en mi afecto un lugar
donde aún me cantas, existe,
y en el que siempre más triste
comienza el año escolar.
Y así seguía cada estrofa hasta completar el verso
principal.
Otro poema que aprendí de memoria fue La loca Luz Caraballo,
de Andrés Eloy Blanco, una glosa basada sobre un verso anónimo:
Los deditos de tus manos,
los deditos de tus pies:
uno, dos, tres, cuatro, cinco,
seis, siete, ocho, nueve, diez.
Anónimo venezolano
De Chachopo a Apartaderolos deditos de tus pies:
uno, dos, tres, cuatro, cinco,
seis, siete, ocho, nueve, diez.
Anónimo venezolano
caminas, Luz Caraballo,
con violeticas de mayo,
con carneritos de enero;
inviernos del ventisquero,
farallón de los veranos,
con fríos cordilleranos,
con riscos y ajetreos,
se te van poniendo feos
los deditos de tus manos.
De Andrés Eloy Blanco también aprendí Los tres mosquiteros,
y me atrevo a asegurar que fue la primera vez que descubrí los arquetipos de nuestra venezolanidad aún latente.
Paramís (para todos es la brega y Paramis es el dinero), Portós (El Juanbimba
de nacimiento, porque Portós pago los platos y Portós doy el pecho…), y Atos, el represor.
La poesía, sin embargo, llegó hasta mi, mucho antes de pisar
escuela, mucho antes de abrir libros. Vino invisible, con un cuerpo callado
apoyado en su máquina de escribir, abstraído de sus hijas. La poesía la conocí
de las manos de mi padre, Héctor Pedreáñez Trejo.
Mi papá publicó sus propios libros de poesía, no hubo editorial que lo respaldara más que la misma que él inventó Ediciones Río Tirgua, haciendo honor a sus tierras cojedeñas.
Un día, de la misma escuela, nos pidieron como tarea, recitar un poema de un autor venezolano. Yo escogí a mi padre. Y tomé el que le dedicó a su madre, cuando ya había fallecido.
En la casa
Ella sigue en la casa todavía
tan silenciosa, tan meditabunda,
olvidada del llanto que la inunda
aunque la casa ahora está vacía.
Aunque la casa ahora esté vacía,
ella escucha las voces de los hijos
correteando en el patio.
El regocijo de la añoranza le torna a dar la vida.
Pero la casa ahora está vacía
Y ella, la dulce-inmensa-silenciosa
pasa en la casa íngrima los días
Hecha su espera de melancolía
ve en el seco rosal si hay nuevas rosas
Ella sola en la casa todavía
Yo quise seguir los pasos de mi padre en una
temprana adolescencia. De aquellos años infantiles yo le escribí a la
muerte y ya en la universidad un amigo, estudiante de periodismo como yo, pero de la
Universidad del Zulia, publicó en un periódico de su escuela dos o tres versos míos. El también me regaló una poesía
de Aquiles Nazoa:
Cuando yo digo el nombre de María,
que para mí es la voz del agua clara,
es como si a los campos me asomara
con la mano de un niño entre la mía.
Porque su nombre es campo en lejanía
con mastranteros de fragante vara
y ella en las manos lleva y en la cara
los olores suavísimos del día.
y ella en las manos lleva y en la cara
los olores suavísimos del día.
Así pues fue el amor, sencillamente,
quien su nombre inscribió sobre mi frente
con cinco letras de melancolía.
(Así pues fue el amor, sencillamente).
quien su nombre inscribió sobre mi frente
con cinco letras de melancolía.
(Así pues fue el amor, sencillamente).
Y no es mi voz sino el amor quien canta
como espiga sonora en mi garganta
cuando yo digo el nombre de María.
Y luego me llegó de la recomendación de otro gran amigo, José Manuel Garnica, un poema de Jorge Luis Borges,
Buenos Aires:
Y la ciudad, ahora, es como un plano
de mis humillaciones y fracasos;
desde esa puerta he visto los ocasos
y ante ese mármol he aguardado en vano.
Aquí el incierto ayer y el hoy distinto
me han deparado los comunes casos
de toda suerte humana; aquí mis pasos
urden su incalculable laberinto.
Aquí la tarde cenicienta espera
el fruto que le debe la mañana;
aquí mi sombra en la no menos vana
sombra final se perderá, ligera.
No nos une el amor sino el espanto;
será por eso que la quiero tanto.
Buenos Aires:
Y la ciudad, ahora, es como un plano
de mis humillaciones y fracasos;
desde esa puerta he visto los ocasos
y ante ese mármol he aguardado en vano.
Aquí el incierto ayer y el hoy distinto
me han deparado los comunes casos
de toda suerte humana; aquí mis pasos
urden su incalculable laberinto.
Aquí la tarde cenicienta espera
el fruto que le debe la mañana;
aquí mi sombra en la no menos vana
sombra final se perderá, ligera.
No nos une el amor sino el espanto;
será por eso que la quiero tanto.
Y nuevamente mi padre, volvió a enseñarme cómo de un dulce
verso puede salir el terror más triste, el abismo que trunca, la dulzura del hogar envuelta en remolinos, cuando escribió
casi de manera autobiográfica, La casita de La Mariposa. (Vivimos muchos años en El Cují, La Mariposa, y nuestra casa fue una de las que se derrumbó de una urbanización construida sobre tierras arcillosas poco estables):
Sólo diré que aún estoy pensando cómo añadir un verso final donde al feroz invierno da paso a una nueva primavera... O como decía un verso anónimo: "Lo que para la oruga es la muerte, es lo que al hombre significa mariposa".
La casita de la Mariposa
tenía las paredes
de almendra y pastel.
y pasó el Lagarto
de baboso cuerpo
mordiendo la puerta
y el dulce dintel.
La casita de la Mariposa
tenía las paredes
de almendra y pastel.
y pasó el Lagarto
de baboso cuerpo
mordiendo la puerta
y el dulce dintel.
La casita de la Mariposa
tenìa su tejado
de blando turrón.
La Hormiguita roja
con su tenacita
le dió un mordisquito
y celoso la espiaba
el sapo glotón.
La casita de la Mariposa
de blando turrón.
La Hormiguita roja
con su tenacita
le dió un mordisquito
y celoso la espiaba
el sapo glotón.
La casita de la Mariposa
tenía sembrado
su lindo solar
de fresas y rosas
con su limonero
y su naranjal.
En esta casita
su lindo solar
de fresas y rosas
con su limonero
y su naranjal.
En esta casita
vivían cuatro hermanas
que alegres cantaban
en clave de Fa:
La Fe de la vida
que alegres cantaban
en clave de Fa:
La Fe de la vida
en el fértil campo.
La Fugacidad del viento
que corusca el lago,
la Fragancia agreste
del bosque cercano
y la Frescura límpida
del manantial.
En esta casita,
La Fugacidad del viento
que corusca el lago,
la Fragancia agreste
del bosque cercano
y la Frescura límpida
del manantial.
En esta casita,
vivía contenta, además,
soñando su dicha infinita
el Hada Madrina
Felicidad
soñando su dicha infinita
el Hada Madrina
Felicidad
Más llegó envidioso
el Feroz Invierno,
retumbante el paso
y tosca la faz :
con sus pies de lodo
pisoteó el rosal,
con su brazo artero,
tronchó el limonero,
taló el naranjal.
Y de la casita
el Feroz Invierno,
retumbante el paso
y tosca la faz :
con sus pies de lodo
pisoteó el rosal,
con su brazo artero,
tronchó el limonero,
taló el naranjal.
Y de la casita
de la Mariposa
con saña golosa
y gesto bestial
el feroz Invierno
engulló paredes,
techito
y solar.
con saña golosa
y gesto bestial
el feroz Invierno
engulló paredes,
techito
y solar.
Sólo diré que aún estoy pensando cómo añadir un verso final donde al feroz invierno da paso a una nueva primavera... O como decía un verso anónimo: "Lo que para la oruga es la muerte, es lo que al hombre significa mariposa".
Yo también tuve la valentía de regalar un poema a un amigo Hagamos un trato, de Mario Benedetti, muchos años después, nos volvimos a ver y él me mostró cómo aún guardaba en su billetera el papel desgastado.
Así ha estado la poesía como un oleaje en mi vida, se extiende, se repliega, me baña, me embriaga, me estremece...
El fin de semana pasado estuve como público en un recital de
poesía, con mi amiga Ilse Gómez, y allí encontré nuevas voces. Y yo
pensé, aquí está la mía, tímida, dubitativa aún, pero franca cuando la escribo,
y espero que a alguien le llegue, sin pretensiones de sentirme poeta, sólo un
alma que siente.
Hoy, Día Mundial de la Poesía, no podía dejar de escribir en su nombre. También hoy vi su imagen por un segundo, a mis espaldas, sin poder mirár atrás, me robó el aliento el fuego de la tarde. Y no fue más que el reflejo del sol que avanzaba en un atardecer...
21-03-2013
Postdata:
Se me quedaron en esta historia muchos poetas sin mencionar. Esta mañana desperté recordando que en la época del liceo mi hermana Chally Pedreáñez me condujo a dos grandes que a ella le tocaba leer: Walt Whitman, y su clásico Hojas de Hierba, y Pablo Neruda con 20 poemas de amor y una canción desesperada.
Aqui les dejo un enlace donde encontrar los poemas de Neruda.
21-03-2013
Postdata:
Se me quedaron en esta historia muchos poetas sin mencionar. Esta mañana desperté recordando que en la época del liceo mi hermana Chally Pedreáñez me condujo a dos grandes que a ella le tocaba leer: Walt Whitman, y su clásico Hojas de Hierba, y Pablo Neruda con 20 poemas de amor y una canción desesperada.
Aqui les dejo un enlace donde encontrar los poemas de Neruda.