Uno la tiene allí cerquita, nos vemos en reuniones, hablamos
generalidades, nos preguntamos por la salud, y de pronto se revela un
personaje. La artista Xiomara Jiménez, nos
sorprende con una exposición virtual, desde las redes sociales, con una serie
de obras y un texto, que vale la pena compartirlo en este espacio.
Estas son las obras y las palabras que me motivan esta nota:
Precariedad
Xiomara Jiménez
Camino sobre cartones, camino quebrada. Con este proyecto,
por momentos, me he sentido casi como una “recogedora de latas”, trato de
realizar algo que parece estar en medio del basurero. No sé muy bien qué
sentido tiene este hacer que no tendrá destino, o peor, cuyo destino podría ser
su desaparición. Lo efímero de este material es tremendo; su posible pérdida,
su descomposición, y con estos el tiempo, mi tiempo. Pero, sin embargo, digo,
tratando de recuperar dirección, pienso que es necesario hablar − pensar,
elaborar, juzgar o preguntarse por una cultura de la pobreza− hacerse una
imagen o una invención desde el lugar de la fragilidad y del deterioro, no en
balde en medio de ellos vivimos.
A veces cuando estoy pintando sobre estas malditas cajas
siento repudio y descubro unas ciertas zonas de agobio, el proyecto se me torna
repetitivo, cansón. La caja se ha convertido en soporte y en argumento. Por
momentos me entusiasma el “hallazgo”, pero no deja de tirarme para atrás.
Pobreza, precariedad, deterioro, suciedad, basura, mugre. Un mundo asfixiante
que tiene un poder tan expansivo que todo lo arropa, los elementos comienzan a
repetirse y se reducen. He pensado si no será éste un proyecto demasiado
realista, figurativo, ilustrativo, un calco extremadamente evidente de
realidad, y entonces trato de mirar con distancia apelando tal vez al
extrañamiento como buscando la idea de que “en los bordes hay un verdadero
espesor”. Se cruza también otra idea: componer −sobre, desde, en medio de − una
estética de lo inestable.
Una mañana recordé un programa de televisión en el que un presentador hablaba sobre “la fuerza de agarre”, el asunto discurría mas o menos así; en las manos está nuestro principal instrumento de sujeción a la vida, y en la medida en que las fortalezcamos mayor será el poder para sujetarnos. Se daban una serie de consejos, ejercicios y demostraciones de cómo tener más fuerza en las manos, sostenernos podría salvarnos de un resbalón o una caída peligrosa. Fui de inmediato y se lo conté a mi mamá −que con los años va perdiendo habilidades para aferrase y a veces luce un desprendimiento casi santo− previniéndola frente al riesgo de una caída. Sostenerse al bajar o subir escaleras, asirse, le aconsejé. También recordé a nuestra amiga Michaelle Ascencio, cuando nos decía que en la madurez uno debía tener algo a lo que sujetarse.
Pero luego, a solas con mis objetos me pregunto ¿qué ocurre
cuando aquello que sostiene − ata, amarra, sujeta, aferra − es demasiado
frágil? El trabajo que voy desarrollando −y que está en proceso porque sé que
falta un nudo más allá de lo evidente− tal vez está sometido a soportes tan
vulnerables que corro el riego de que se corrompan tempranamente, y esto es muy
terrible porque un artista tiene el sueño de producir obras que perduren en el
tiempo para dialogar, intercambiar, o simplemente demarcar un propósito.
Asuntos que me confrontan por partida doble con otra cuestión: la
incertidumbre.
Mi esposo me ha dicho mientras desayunábamos (nuestra mesa
del pequeño comedor, debo aclarar, está llena de estos objetos con los que
compartimos de manera cotidiana) que esta obra es como un descenso (¿Un
tránsito hacia el infierno?). Hay una tensión entre algo que intenta sostener −
yo sello con tirros, cintas pegantes y otro tipo de implementos para embalaje y
trato de resolver los problemas plásticos que van surgiendo agarrada de la idea
de una “estética de lo sucio” − pero el material continuamente tensa la cuerda
de su delgado equilibrio rebajándolo hacia la dirección contraria, y juega a
desbaratar lo que he logrado alzar.
En el año 2000 la artista Xiomara Jiménez recibió el Premio Fama de la Fundación Polar por un proyecto artístico para “estudiar” desde las artes plásticas temas como la pérdida, el duelo y el drama de mujeres víctimas de abuso policial y militar.
Desde 2007, estuvo trabajando con adolescentes de Antímano y áreas vecinas, en un proyecto de la UCAB para brindar espacios de reflexión y creación artística en estas comunidades. Primero trabajó con la identidad a partir de los retratos, y que cerró con la muestra "Soñadores. Retratos de Contacto" (2009).
En 2012 se realizó también en la UCAB la exposición "Hallazgos. Vestigios del presente", como un ejercicio mordaz y lleno de ironía sobre la condición precaria que está presente en la acumulación de objetos y "tesoros" muchas veces inútiles.
Estas cajas, son la manifestación de su propia inquietud. Sus palabras lo dicen todo.
Y desde Panamá...
Una mudanza también puede ser el catalizador del arte.
Venimos de una familia que ha seguido las manifestaciones artísticas en todas sus disciplinas: desde la música, la pintura, mi padre en las letras, mi madre en el diseño. Incluso en la jardinería y el cultivo de sus rosas.
Pero mi hermana Chally nunca estudió pintura. Aunque cada vez que íbamos juntas a las exposiciones de la Feria Iberoamericana de Arte (FIA) ella me decía, mira esta obra, tán fácil de hacer...
Un nuevo hogar, en otro destino, le ofreció el tiempo para transformar las cajas de mudanza ya vacías en aquello que le permitiera construir sus nuevos días. Esa identidad visual fue marcando terreno en paredes que inauguraban otra cotidianidad... (y ahora que lo pienso, en sus propias distancias y partidas, mi hermana Alba también canalizó su soledad en el estudio de la pintura y mi hermana Marjory en los ikebana, la jardinería y los origami).
Son historias totalmente diferentes, nada de esto tiene que ver con el proceso estudiado de una artista como Xiomara Jiménez, pero desde el afecto uno encuentra que su expresión artística, realizada de manera empírica, también dice algo más allá que una intención de decorar las nuevas paredes vacías.
Venimos de una familia que ha seguido las manifestaciones artísticas en todas sus disciplinas: desde la música, la pintura, mi padre en las letras, mi madre en el diseño. Incluso en la jardinería y el cultivo de sus rosas.
Pero mi hermana Chally nunca estudió pintura. Aunque cada vez que íbamos juntas a las exposiciones de la Feria Iberoamericana de Arte (FIA) ella me decía, mira esta obra, tán fácil de hacer...
Un nuevo hogar, en otro destino, le ofreció el tiempo para transformar las cajas de mudanza ya vacías en aquello que le permitiera construir sus nuevos días. Esa identidad visual fue marcando terreno en paredes que inauguraban otra cotidianidad... (y ahora que lo pienso, en sus propias distancias y partidas, mi hermana Alba también canalizó su soledad en el estudio de la pintura y mi hermana Marjory en los ikebana, la jardinería y los origami).
Son historias totalmente diferentes, nada de esto tiene que ver con el proceso estudiado de una artista como Xiomara Jiménez, pero desde el afecto uno encuentra que su expresión artística, realizada de manera empírica, también dice algo más allá que una intención de decorar las nuevas paredes vacías.