sábado, 10 de agosto de 2013

Un piano, muchas historias

De cómo Clara volvió a asociar los apellidos Carreño y Steinway, siglo y medio después


Hace 150 años atrás, una venezolana de 9 años iniciaba su carrera musical como pianista de fama internacional. Teresa Carreño, en una época que subvaluaba la destreza e inteligencia femenina, se ganó los escenarios europeos y de Estados Unidos por su talento. Realizó una presentación para Abraham Lincoln en la Casa Blanca (1863), compartió con famosos compositores como Franz Liszt, quien le propuso ser su maestro, pero el proyecto no cristalizó, porque ella no contaba con los recursos para trasladarse a Roma.

Nueva Zelanda, Australia y África del Sur también fueron sus destinos. Su consagración como pianista internacional llega con la aceptación del exigente público alemán (1889) y por su desempeño como solista para la Orquesta Filarmónica de Berlín. Fallece el 12 de junio de 1917, en los Estados Unidos. Uno de los músicos y colega que llevó a cuestas el féretro para rendir honores a la compositora y pianista, fue Charles Steinway.

Hace 160 años, el inmigrante alemán Henry E. Steinway  fundaba en Manhattan, Nueva York,  la compañía que vendría a revolucionar la fabricación de pianos en el mundo, y que mantiene un sitial de honor entre los pianistas internacionales: Steinway & Sons, con fábricas en Astoria, Nueva York y Hamburgo. Es muy factible que uno de los hijos sea el mismo Charles amigo de Teresa, de hecho, el empresario bautizó a uno de sus hijos con ese nombre.

O podría ser una simple casualidad.

Estos apellidos vuelven a encontrarse siglo y medio después en Venezuela, luego de la tarea encomendada a otra pianista de nuestro país, radicada en Londres, Clara Rodríguez, quien con orgullo cumplió su esfuerzo por traer para la Sala José Félix Ribas del Teatro Teresa Carreño un piano Steinway & Sons, que es definido por ella como “la joya de la corona”.

¿Cómo llegó hasta Clara la misión de buscar el piano? Por la solicitud que le hiciera José Antonio Naranjo, Toñito, actual presidente de la Fundación Compañía Nacional de Música (FCNM) y uno de los hermanos  Naranjo que integra El Cuarteto, ejecutante de la flauta en la agrupación que tiene 34 años difundiendo la música venezolana, junto a Raúl y Miguel Delgado Estévez y Telésforo Naranjo. Clara inmediatamente aceptó la tarea, pues uno de sus mayores sueños era poder tocar en Venezuela con un excelente piano, con la calidad internacional que éste tiene.

Toñito y Clara también tienen un vínculo que hace de esta historia una hermosa trama musical. En el año 2004, El Cuarteto realizó una gira por Europa, y como Londres era uno de los destinos, le solicitaron a la pianista compartir escenario en el Bolívar Hall. Con entradas agotadas y más de 200 personas fuera de sala, les quedó el gusto a los caballeros de volver a incluir a la dama en sus presentaciones. Un viaje de Clara a Venezuela permite que en 2007 repitan la experiencia y dejen el testimonio en un CD.

Pues Clara no sólo cumplió con su deseo de tocar en Venezuela sino que vuelve a repetir el gusto de juntarse con estos maestros. El pasado 9 de agosto, ella estreno el Steinway, ejecutando como primer tema de la noche A Teresita, un pequeño vals que nos dejó de herencia Teresa Carreño, quien aún  con sus breves pasos por este país, y viviendo las vicisitudes ante una sociedad que reprochaba su libertad como mujer, siempre mantuvo su venezolanidad y selló los ritmos propios como el vals y el merengue en su estilo de compositora. El tema se lo dedicó a una de sus hijas que fue bautizada con el mismo nombre.

Junto a El Cuarteto ejecutó Mañanita Pueblerina, de Inocente Carreño, Señor Jou, de Pablo Camacaro, El Cumaco de San Juan, de Francisco Delfín Pacheco,  Carmen Rosa (inspirado en el personaje de Miguel Otero Silva, de Casas Muertas y Oficina Nº1), pieza de Federico Ruíz, que ya anuncia ser grabada en un segundo CD, y El Diablo Suelto con El Alacrán, de Heraclio Fernández /Ulises Acosta.

Imagen tomada de www.venezuelasinfonica.com
“Este es un país de orquestas sinfónicas y los pianistas estamos escondidos viviendo nuestra vida privada de solistas”, dijo Clara Rodríguez, quien no se conformó en traer el piano sino que organizó un festival para la celebración: tres días de conciertos con renombrados pianistas, en presentaciones totalmente gratuitas.

Ayer la acompañó también Guiomar Nárvaez, primero ambas solistas, luego en concierto a cuatro manos. Y nada más ver la lista de 16 pianistas que se suman a la celebración es reiterar nuestra admiración por tanto talento junto en un país: Carlos Pérez Tabares, Jean Carlos Ochoa,  Yohannazaret De la Rosa, Ana Karina Álamo, Alba Acone, Marieva Dávila, Prisca Dávila, Pedro Toro, Sadao Muraki, Carlos Urbaneja, Luisa Cabrelles (a quien le quedó encomendada la afinación del piano, bajo la instrucción del técnico inglés Peter Salisbury, quien vino al país especialmente para calibrar el instrumento y darle el entrenamiento), Marianela Arocha, y el Dúo Sans-Palacios.

Y los pianistas que faltan por nombrar, si habláramos del piano venezolano que vibra en el exterior. Pero esa ya será otra historia…

Referencia:
Hablé muy poco de la Joya de la Corona, la razón de este texto:   fabricado hace 30 años en Hamburgo. Proviene del Royal Hall Festival de Londres, Inglaterra. "Tiene dos máquinas o acciones, una original con teclas de marfil y otra construida especialmente para Venezuela, con teclas de plástico, creado por el técnico inglés Peter Salisbury”.

jueves, 8 de agosto de 2013

Arte en las sombras


“Ignorante, apaga el flash”, se escuchó en la sala cuando cerraba uno de los más hermosos espectáculos del Teatro Negro de Praga en su noche inaugural, presentación que permitía el uso de cámaras fotográficas y de videos, porque estaban los medios de comunicación social invitados. Ese instante iluminado desnudó la escena invisible y fue una sola exclamación de desaliento lo que vibró entre el público antes del grito.

Pero ya saben aquellos que vayan a ir en los próximos días. No están permitidas las cámaras y si quieren preservar uno de esos momentos, ni se le ocurra robar con su luz la magia del momento. La sombra es el lenguaje de estos artistas.

Hace muchísimos años, tantos que ya no recuerdo cuántos, fui con mis padres y hermanas  a ver el Teatro Negro de Praga. Para un niño es un acto de ilusionista ver como objetos inanimados se mueven y dialogan en su movimiento con los actores. Por eso, al asistir a esta premier, no pude evitar detenerme a escuchar las risas suaves de los niños que estaban entre el público, e incluso la voz de uno preguntándole a su padre, ¿cómo lo hacen? ¿Hay alguien escondido en la oscuridad?

Me parece que lo mejor es la sencillez de cada escena. Unos actores altísimos, unas actrices que bailan como bailarinas sin las zapatillas de rigor, tramas de amor y de humor.

No había vuelto a ver el Teatro Negro de Praga desde aquella primera vez que fui una niña. ¿O acaso mi memoria me traiciona y lo vi ya adulta pero con corazón de niña? No lo sé, pero me río como esos pequeños que se hacen cómplices del actor que compite por tener el equipaje más grande,  qué viven los infortunios de La Lavandera, o los amores de Pierrot, o comparten las visiones de un borracho que se le multiplican Los Faroles. También en esa oscuridad bombardeada  de colores vivos, El Mago hace juegos con su sombrero, así como un El Violinista desespera con sus impericias. Un nombre curioso para una de las escenas La Pescada, al principio pensé que era un error de traducción, pero basta ver el sueño del personaje dentro de un fondo marino para encontrarle sentido a ese título. Las risas no sólo fueron de los niños, sino de todos, cuando ya se acercaba el cierre con El Caballo, yo sentía que las horas fueron segundos y que todo estaba terminando muy rápido. Quizás sea porque dentro de lo sencillo de cada acto está la riqueza del drama y la comedia que en segundos se refleja sin necesidad de luz, o más bien gracias a la ausencia de ella, o su tímida aparición para revelar la historia colorida y fosforescente que emerge y se esconde.





(Las fotos que acompañan esta nota fueron tomadas sin flash, tratando de evitar que la pantalla no perturbara a mi vecino de atrás. Pero hubiera preferido no tomar fotos, para no perderme ni un segundo del movimiento sobre las tablas)

Referencias: Contemporánea Producción Artística, en alianza con Grupo Escenario, traen a Venezuela al Teatro Negro de Praga, fundado en el año 1961, bajo la dirección artística Jiří Srnec, quien se mantiene como guionista y director escénico, pero además le acompaña su hijo, Jiří A. Srnec, en la dirección general y Vladimir Kubicek en la dirección artística.  Las funciones se realizarán del 7 al 18 de agosto, en el Teatro de Chacao.


miércoles, 7 de agosto de 2013

En el pasticho melodioso de mis recuerdos

Un lamento africano, un grito musical, el sonido gutural que recuerda lejanías en la sabana, así comienza Laura Guevara una de sus composiciones propias durante el concierto “Los nuevos cantautores. Emprendiendo las canciones venezolanas del siglo XXI”. Ella no sólo canta, baila con un ritmo muy especial, se contonea al ritmo de los instrumentos que la acompañan cuando permanece atenta a sus intervenciones. Tiempo de escapeCorazón fiel son los nombres de sus piezas, con una mezcla de ritmos entre tambores y jazz.

Podríamos pensar que es un nombre como el de cualquier ciudadano de este país. Pero basta que mueva sus manos sinuosamente y module su canto, para saber que no estamos frente a una venezolana más, sino frente a una artista que busca su puesto como cantautora y representante de la cultura venezolana.

Así como ella, con la misma admiración al escucharlos aparecen en la tarima José Alejandro Delgado, Ulises Hadjis, Fabby Olano, Gregorio Yépez, Ana Cecilia Loyo, Alfred Gómez, José Alejandro Paredes… ¿Qué tienen en común todos? Que cantan sus propias canciones. No es la música caraqueña, es la música de un país que busca otros horizontes, respetando los ritmos que son sus raíces y con clara renovación juvenil. Como lo dijo Goyo, “no es música venezolana nueva ni antigua, simplemente es”.

En estos tiempos de querer escapar de todo, José Alejandro Delgado, trata de averiguar qué cosa hay detrás del cantar de los pájaros, cuando el mismo trina Liberen a Prometeo y lo mejor de la noche también viene de su creación: Mejor te vas, casi un monólogo vívido de una despedida, con el drama y el humor que ello representa. Ulises Hadjis, incluye en su composición la calimba, un instrumento de origen africano que cabe en las palmas de las manos, con unas laminas metálicas que por su longitud definen las notas que surgen al pulsarlas. Primero apareció con su guitarra eléctrica, que generó el suspenso de la noche porque no se escuchaba, y en la pausa el público paciente espero en silencio con una decencia sin igual, hasta que finalmente pudo tocar su Música Normal. “La alegría de Caracas vive en Valencia”, dice al introducir a Fabby Olano, y yo ya no sé qué nuevas palabras decir de ella, más que felicitarla por su reciente CD, “Llueven cantos”, su primer tema de la noche fue Tu amor, a ritmo de gaita y en su siguiente aparición Y saluda el tiempo, fue acompañado por el coro de los espectadores "...es la vida al vuelo". Gregorio Yépez, conversador con el público expresa: “Si me concedieran un deseo, pediría cantar y si pudiera pedir otro deseo sería una guitarra y amigos para cantar”. Su primer tema dedicado a las mujeres bellas. Ana Cecilia Loyo se inspira en el Catatumbo, con una energía cálida como el relámpago. Y si Alfred Gómez Jr. habla de amores, Laura vuelve con Fuegos. José Alejandro Paredes canta Contratiempo,  el tema que ha sido el leiv motiv de esta cruzada musical de “Caracas en Contratiempo”, también Los Condenados.

No basta llamar por su nombre a las canciones, cuando poco podemos saber de ellos, pero espacios como el que se genera en esa noche hacen falta para desplegar la identidad nacional. Estos cantautores también se conocieron entre si durante los ensayos para la ocasión. Todos manifiestan su admiración por los músicos acompañantes: la dirección musical de este concierto estuvo a cargo de Gonzalo Teppa, vigilante de todos tras su contrabajo y disfrutando de cada segundo; Nelson González, en el cuatro, Héctor Hernández, en el saxofón, Adolfo Herrera en la batería y Gabriel Chakarji en el piano, este chico sí que promete en sus escasos 20 años.

Son ocho los que vemos ¿y cuántos hay detrás esperando su oportunidad?

Un día antes

Hace seis días que me senté en las butacas del Teatro Chacao para escuchar los “Nuevos ensambles de cámara de música venezolana”. El tiempo me traiciona, ya los detalles se me van perdiendo. Pero hay algo que prevalece de aquella noche: El Nenegro Juan Manuel.

Me llamaba mucho la atención que Aquiles Báez anunciara que se escucharían unas maracas eléctricas, y más fue el interés al saber que quien las tocaría era Manuel Rangel. Esa fue la razón de mi elección en la compra de mis entradas a los conciertos. Lo que no sabía, y también me sorprendió gratamente, es que Manuel Rangel, quien viene de realizar una gira por Portugal, España, Perú y finalmente Estados Unidos, y en este último país con dos grandes embajadores musicales, el pianista Leo Blanco y el violinista Eddy Marcano (por cierto, esperaré por ese concierto en Venezuela), estaba acompañado nada más y nada menos por otros tres inmensos: Carlos Nené Quintero, El negro Álvarez y Juan Rodríguez Berbín.

Me detengo en este grupo, porque uno de sus temas es sublime, desde el primer canto, la voz que emerge desde un equipo electrónico es la de Morella Muñoz, canto sin palabras, un lamento sonoro y dulce, que se va mezclando con la intervención de cada percusionista, la repetición de las maracas al paso de una grabación realizada en el instante, la guitarra también de Manuel Rangel, y finalmente el adhan, el llamado a la oración en la cultura islámica, otro canto que baila por los aires y así como la oración indígena se incluye en este experimento de sonidos, junto con el de cierre, nos hace ver que somos iguales todos, una sola garganta como una esencia.

En honor al contratiempo, paso a hablar del inicio de esta sesión de ensambles. A mis hermanos de Aquiles Báez es un tema que pudiera ser el soundtrack de mi vida, ¿exagerado no? Así será cuánto me gusta. Pues imagínense el agrado de escucharlo en la interpretación de Eduardo Betancourt  y Leonard Jacome en Dos Arpas Cuatro Manos. Esperé con feliz resultado la interpretación de Periquera con seis por derecho, de C4 Trío y esta vez analicé cada movimiento que hacían para irse acercando unos a otros y mezclar sus instrumentos entre sus brazos cruzados, ¿tres cuatros ocho manos?, y así mismo me deleité con Jorge Glem Trío, Quintillo Ensable y Los Chacón (Erick y Chipie), fabulosos en cada presentación.


A propósito de trompetas, y antes de que silencie la memoria, la cita obligada fue la clausura del evento… Linda Briceño brillante en su voz, Mariaca Semprún, Rafael El Pollo Brito, Eddie Marcano, Marcial Isturiz (impactante con Píntame Angelitos Negros),  Roberto Koch, Adolfo Herrera, Yonathan Gavidia, Aquiles Báez, Jorge Glem, Diego Álvarez, Jorge Torres, Grupo Herencia, Gabriel Chakarji, Héctor Hernández, y la presencia de todas esas voces que hicieron tronar las noches en ritmos venezolanos. Que suene un país.


Escuche Mejor que te vas. José Alejandro Delgado 




sábado, 3 de agosto de 2013

En Contratiempo, bajo el aplauso a Simón Díaz

Me duelen las manos. Ciertamente la euforia duele. Pero el alivio pronto se impone en el eco que proviene de mis recuerdos más recientes. Son las 10:45 de la noche. Corro por una calle oscura de una ciudad solitaria, que me huye. Yo también le huyo. En la urgencia que provoca su vacío y desolación la velocidad del carro busca adelantar mi tiempo a puerto seguro.

En el apuro, prefiero retrasar a las tres anteriores horas, cuando estuve en otra ciudad: la que me arrulla y abraza, la que nace repleta e iluminada de las voces y notas musicales del evento “Las nuevas voces interpretan a Simón Díaz”, que formó parte del 1° Festival de Música Contemporánea “Caracas en Contratiempo”, organizado por Guataca Producciones.

Hago el salto hacia esa melodía y me adentro a revivir cada momento desde el principio:

A las 5:45 de la tarde  me encuentro en la Calle Negrín de Sabana Grande, bautizada por mí como zona Beirut por la cantidad de gente que deambula sin ningún control, se atraviesa, interrumpe el paso del semáforo, hábito que permanece aún después de que eliminaran todos los tarantines que impedían el paso de los peatones por las aceras. Mientras me encuentro en ese tráfico detenido, comienza a sonar en la radio una versión de Sabana en remix, de Dr. Muu. La lejanía que me separa de disfrutar del inminete concierto no me arranca el ánimo ni me despierta ansiedad. Pronto escucharé otras voces rindiendo honor a la viva herencia que sigue dejando Tío Simón.

Llego temprano, con el privilegio de entrar entre las primeras al auditorio Fernando Crespo Suñer, de Ciudad Banesco, con un aforo de 316 butacas. En pocos minutos se llena. Abren un espacio alterno, para que los asistentes puedan al menos ver un hecho que será único, a través de sistemas de video. También se copa. Se activa el plan C, para grata sorpresa de los organizadores, Aquiles Báez y Ernesto Rangel, y aún así, hay gente que se quedó fuera.

Trato de analizar qué hace a Simón Díaz tan nuestro. Y me identifico con Bettsimar, su hija, cuando cuenta del desengaño que manifestaba su padre, al asomarse a las ventanas londinenses y no ver sol. “Esta gente vive aquí, porque no conoce Venezuela”…decía. Y recordar con humor como prefería una gira por los llanos venezolanos, en lugar de presentarse en el Carnegie Hall (carne y frijol) aunque se cayera a aplausos la sala, porque  “aqui toiticos si cantan mis canciones”.

Puede que mi memoria me falle, pero creo que el primer tema en abrir el concierto fue Tonada de Luna Llena, en la voz de Rafael Pino, y con una majestuosa trompeta de Linda Briceño. Una vez escuché que Simón Díaz se dedicó a difundir las tonadas, alimentado por un deseo de estimular el campo venezolano frente a la caída de la producción de leche en los años 60 y 70. 

Simón Díaz no sólo compuso y cantó canciones, educó en sus programas de televisión, propició la difusión de la música venezolana y le puso sonido a los textos de poetas venezolanos como Alberto Arvelo Torrealba, Aquiles Nazoa (El loco Juan carabina, por ejemplo), Graterolacho (Tonadas de las espigas), entre otros.

Rafael Pino (con una impactante voz para entonar Pasaje del Olvido), Amanda Querales (Todo este campo es mío), Nana Cadavieco (Cristal y El Alcaraván), Gustavo Briceño (El loco Juan Carabina), Mariaca Semprún (hermosa versión de Mi Querencia y Tonada del Cabestrero, por cierto, esta última la primera tonada que compuso Simón Díaz) , y Linda Briceño, quien se entrega totalmente en sus pulmones al público, entre trompeta y voz cuando canta la Tonada del tormento: “esas ranitas del río, corren debajo del agua, debajo de mis pesares, corren las penas de mi alma…”, e igualmente con Qué vale más, en un arreglo único de guitarra y percusión con cajón. El giro de la noche, la intervención de McKlopedia –nuevamente Sabana en versión de rap, pidiendo permiso a los músicos para mostrar su canto renovado sobre un tema eterno.  Cabe mencionar que también improvisó Bettsimar recordando una canción infantil que su papá le cantaba de niña, El gatito juguetón, compuesta para un personaje de televisión de Charles Barry, que como nunca se grabó nadie le creía a ella que era un tema de nuestro Tío Simón.

Los arreglos de Gustavo Carusí demuestran que siempre es posible romper los patrones establecidos de la música, y que aquellas canciones que le han acompañado a uno a lo largo de su vida, pueden resultar frescas y recientes como un retoño que se abre a nuestros oídos. Supe por comentarios de algunos cantantes que hubo arreglos musicales que apenas se tardó dos días en componer. ¿en qué nota vas a cantar? Eso era todo. Allí estaba la partitura. Los otros músicos que permitieron que estas voces brillaran al máximo fueron Edward Ramírez, en el cuatro, Juan Berbín, en la percusión y Jorge Torres, en la mandolina.

La familia de Simón Díaz, ya en la informalidad de la despedida intervino con sus propias versiones de La vaca mariposa (con un natural sonido de viento producido por las manos de su hijo) y la voz de todos los asistentes a este homenaje cantando Caballo viejo.

Cuando veo a tantos músicos jóvenes, acompañados de otros músicos consagrados tocando juntos, haciendo un país distinto, no puedo dejar de sentirme parte de ellos, aunque esté del lado de las butacas, arrancando los aplausos que me hacen doler las manos, y que siguen palpitando en la noche cuando huyo en esa sabana oscura y tenebrosa de mi ciudad, pensando en Tío Simón y diciéndole desde mi emoción “aquí me quedo contigo, aunque te vayas muy lejos”.